Si algunas frases se pudieran registrar, ganaría millones el malagueño que tuviese en su poder estas tres: «Málaga es un crisol de culturas», «Málaga vive de espaldas al mar» y «El Guadalmedina es la cicatriz de Malaga».
Aunque como precisa un conocido empresario malagueño, más que cicatriz, que denota herida cerrada y por tanto asunto solucionado, habría que hablar de herida abierta y con una kilométrica lista de espera para poder cerrarla uno de estos años.
Ya sea un río embovedado o un parque fluvial, o como muchos nos tememos, un río que seguirá como hoy lo vemos los próximos 20 años, hay una realidad que pocos políticos e incluso paseantes son capaces de vislumbrar.
Me refiero a ese paseo que escolta al río con discreción, hasta el CAC y que está cuajado de grevilleas o árboles de fuego. Todavía hoy pueden verse esas alturas que parecen envueltas en llamas, soltando un fulgor dorado que los rayos de sol redoblan.
Desde Ciudad Jardín hasta la despedida en el mar, las grevilleas nos regalan esta transformación anual en primavera, mientras el resto del año parecen árboles anónimos que no quieren molestar mientras escoltan, con suma discreción, el cauce vecino del Guadalmedina.
En el Parque de Málaga, en el tramo más cercano al monumento a Antonio Cánovas del Castillo asoman unos preciosos ejemplares que parecen fundirse con el sol que los enciende mientras que a la entrada del Candado también montan guardia viejos ejemplares.
Resistente al frío pero también a la sequía, los árboles de fuego australiano sólo florecen a partir de que cumplen los diez años que es cuando parecen reverberar sus racimos de flores doradas.
Mientras se discute el destino urbanístico del río, la Naturaleza pone su toque de color para que esta cicatriz o herida no supure más de la debido. Los árboles de fuego no dejan de ser un gran consuelo ante la lentitud administrativa que nos envuelve.
Misas y votos
Las campañas son el lugar adecuado para soltar promesas pero también frases desafortunadas. Cuando la candidata socialista a la Alcaldía, María Gámez, ironiza sobre la supuesta costumbre de los votantes del PP de ir a misa, algo que en teoría harán el próximo domingo antes de ir a votar, manifiesta no sólo un ninguneo inaudito a una práctica religiosa, sino un tremendo desconocimiento de las convicciones religiosas de sus posibles votantes, pues también habrá muchos votantes del PSOE que depositen en la urna la papeleta con su nombre después de misa –o incluso antes–.
Los políticos deberían pensárselo dos veces antes de soltar en público comentarios reaccionarios que pueden convencer a los indecisos a votar en otras direcciones. Transigencia y moderación ante todo.
En la Alameda
Vaticinio de un veterano malagueño al ver cómo una señora cruzaba ayer por la Alameda con el semáforo en rojo: «Va en busca de la muerte». Lo desconcertante es que, unos segundos después, hizo lo mismo que la señora.