Esa Málaga súbitamente enriquecida por la apertura del comercio con América y que escapaba de un anonimato de siglos se llenó durante el siglo XVIII de edificios con torres desde las que poder otear la llegada de los barcos, miradores que imitando el modelo de edificios aristocráticos como el palacio de los Condes de Buenavista, simbolizaban el ascenso de una burguesía que osaba ponerse a la altura de los nobles y además de mirarles cara a cara, aprovechaba para observar cómo marchaban sus negocios.
Podemos imaginarnos esa Málaga en la que comenzaba a pesar los burgueses comerciantes y cuyos edificios empezaron a rematarse, al igual que las numerosas iglesias que acompañaban a tanto convento, con veletas.
No sólo eran la guinda de una simbólica tarta (la del reparto del poder),sino instrumentos muy certeros para saber por dónde soplaba el viento que les traía por tierra pero también por mar –no lo olvidemos– el pan de cada día.
En nuestros días las veletas han pasado de moda salvo en los edificios religiosos e institucionales y algún chalé. Hoy hablaremos de tres de ellas.
Una de las más bonitas remata la iglesia de Santo Domingo: se trata de un barco con las velas al viento en las que aparece el escudo de la Congregación de Mena, vinculada desde hace más de 250 años con la Marina.
La segunda de ellas es la veleta censurada por un preboste de la Universidad de Málaga, uno de los episodios más tragicómicos de la provinciana realidad política malagueña. Como algunos recordarán, la preciosa veleta, con un verso de Gloria Fuertes, coronaba el antiguo edificio de Correos. El verso, que obviamente se refería al viento, decía algo así como «Iré donde vayas tú».
Como el nuevo Rectorado sigue estando, desde su construcción, muy cerca del Ayuntamiento, el hombre pensó que se podía tomar como una indirecta política de que la Universidad iba donde iba el Consistorio. Pueden hacerse una idea del estrecho marco mental, carente de todo sentido poético, de algunos de nuestros mandamases.
La veleta de Gloria Fuertes, proscrita en un gesto de memez institucional, se fue, lamentablemente, a tomar viento.
La tercera veleta no está censurada sino guardada desde hace décadas en el barrio militar de la Alcazaba, una zona que está cerrada al público. La pieza, de casi dos metros, coronaba posiblemente la iglesia de la Merced u otra cercana (la de la Paz) y fue salvada por don Juan Temboury de las quemas del 31. Destinos muy distintos para estos bellos indicadores de vientos comerciales, religiosos y políticos.
Riesgos profesionales
La pasada semana, el presidente de la Diputación, durante una rueda de prensa, hizo coincidir en el tiempo la batalla de Trafalgar, la toma de Gibraltar y el envío a Inglaterra de la Armada Invencible.
Errar es de humanos y en este paseo por tres siglos descubrimos que los políticos, al igual que los periodistas, cuando se equivocan suelen hacerlo ante un nutrido auditorio. Dos profesiones de riesgo.