Nada más entrar en el Ateneo de Málaga avanza hacia nosotros la imponente mole del trasatlántico Roma, atracado en el muelle de Ceuta hace más de 80 años y que bien podría pasar por el crucero que surca las aguas en la noche de la película Amarcord.
Todo en esta exposición sobre Bartolomé Ros es imponente y una exhibición de su prodigio técnico. El arte de este genio de la fotografía, que sólo estuvo 15 años cámara en mano, desembarca en el Ateneo gracias al interés de los hijos del fotógrafo y de Pepe Ponce, el vocal de fotografía de la institución, que en esta ocasión nos regala una muestra que en 2009 ya estuvo expuesta en Photoespaña en Madrid.
«Las placas son impecables y las fotos no están retocadas, y todo esto lo hizo con una caja de madera, un objetivo y una capacidad de medir la luz excepcional», cuenta Pepe Ponce.
Si el año pasado el Ateneo ya mostró la vida en el Protectorado Español de la mano de los hermanos Calatayud, en esta ocasión nos encontramos con unas fotografías repletas de asombrosa vida.
Una de ellas seguro que les sonará porque quizás haya sido la más reproducida de Bartolomé Ros, aunque lamentablemente, pocas publicaciones citan su autoría. Se trata de una instantánea tomada en Dar Riffen en 1926, en la que Franco y Millán Astray, cogidos por los hombros, entonan un cántico militar pero da la impresión de que quieren escupir al espectador.
Las fotografías nos deparan una visión exhaustiva de cómo se vivía en los acuartelamientos de la Legión, con una escuela en la que los legionarios, que nada tienen que envidiar a los personajes que frecuentan en la Legión Extranjera francesa, reciben la lección del día.
En este sentido, es impresionante la fotografía del interior de un aula en Ceuta, con el suelo de tierra, el almanaque y los alumnos haciendo los ejercicios en la pizarra, mientras bajo el crucifijo aparecen las imágenes del rey Alfonso XIII, el Sagrado Corazón y el Papa.
El montaje de la exposición también está muy estudiado, pues junto a un grupo de mujeres marroquíes de las que sólo les vemos los ojos, en lo alto de un tejado esperando la llegada de la reina de Rumanía aparece en otra foto un grupo de señoritas de la buena sociedad ejecutando un número de ballet en el teatro.
El mismo contraste vemos en la foto de un grupo de notables de Ceuta (entre ellos el abuelo del cuestionado Manuel Chaves) y a su lado unos campesinos, a la hora del almuerzo, comiendo migas del mismo plato.
¿Cómo pudo hacer Bartolomé Ros unas fotos de tanta calidad con unos medios tan rudimentarios? Hay algunas que parecen escenarios de una ópera olvidada como esa en la que el mariscal D’Esperey pasa revista a los legionarios en un paisaje inquietante en el que las montañas y el desierto se dan la mano.
Para experimentar un auténtico viaje en el tiempo nada como esta exposición de unas instantáneas que siguen rezumando vida y que nos presentan la vida en el Protectorado Español sin trampa ni cartón. Puede verse durante todo el mes de abril.
Un consejo: no se la pierdan.