Houdini anda suelto en las inauguraciones

12 Abr

Es una lástima que el Antiguo Testamento fuera redactado en tiempos tan remotos. Haga usted una encuesta en el Ayuntamiento o en la Diputación sobre quiénes fueron los moabitas y habrá quien aventure que son las personas que no comen carne o una peña del Málaga C. F.

La desconexión entre esos tiempos legendarios en los que a Job le caía lo más gordo y los actuales son, en verdad, gigantescos. Y sin embargo, todavía hay muchos lectores que asentirán cuando les diga que la pasada ola de inauguraciones electorales ha sido lo más parecido a una plaga bíblica de nuestros días.

Escuadrones de tíos y tías enchaquetados han podido verse hasta donde Franco perdió el mechero, inaugurando cosas a las que, en muchos casos, les faltaba un hervor. Vamos, que estaban sin concluir.

Han sido tantos los actos, las primeras piedras, las plantaciones de simbólicos cipreses, la retirada de la banderita de Málaga o de Andalucía para dejar al descubierto la placa de cerámica con el nombre del parque, la calle o el callejón de los milagros, que a los medios de comunicación nos han tenido medio locos durante dos meses. También lo habrán padecido los ciudadanos, incapaces de localizar a sus representantes políticos en los despachos.

Esta ola de inauguraciones ha dejado además una figura mítica para la historia del espabilamiento político. Un servidor ha podido contactar con varios miembros de los escuadrones enchaquetados y todos han resaltado la agilidad de miembros, viveza y rapidez de reflejos de un conocido representante político, al que no había nadie que le hiciera sombra en una inauguración, mayormente si era una administración rival la que costeaba la verbena.

Los testimonios son estremecedores, aquí va el más tremendo de todos: «Intenté ponerme a su lado para dejarle un hueco a mi jefa que iba detrás, pero este tío me dio un codazo en el plexo solar y casi me quedo sin aire, al final salió en la foto como si él hubiera pagado el cotarro».

Según aseguran, ni Houdini tiene la habilidad de este espabilado prohombre para dejar en los más alto la bandera de su administración y de paso, recolectar los réditos políticos que, aseguran, tienen estos actos inaugurales tan clónicos en los que pocos ciudadanos tienen claro quién ha costeado las obras (en realidad, nosotros, los paganinis).

Dado el follón marinero de subdelegaciones, delegaciones, concejalías, consejerías, áreas municipales y diputaciones, entendió muy bien este político con gestos de defensa marrullero que lo importante en un circo de esa magnitud es la foto y que si él aparece en ella situado en un buen lugar, algunos puntos se llevará de la gesta atlética.

Queda por ver quién resarcirá de los codazos y pisotones a los miembros lesionados de las administraciones rivales. Los daños colaterales también son una maldición bíblica.

Con lo escaso que de recursos anda el Málaga en la Liga de las Dos Estrellas, bien podía mandar Peregrini un par de ojeadores a la próxima primera piedra.

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