Hace ya una década que la Real Alcademia de Bellas Artes de San Telmo publica un anuario que confirma que a ella sólo llegan los más capacitados de esa expresión tan cursi que es la sociedad civil malagueña.
En todo caso, leyendo este anuario también se comprende, aunque no se comparte, que una clase política local que en general alcanza sus cotas más mediocres en lo que a preparación se refiere, evite mezclarse mucho y dar demasiada voz a instituciones como esta o la Academia Malagueña de Ciencias, pues nunca ha sido amiga esta clase de ponerse en evidencia.
De cualquier manera, cada entrega del anuario se está convirtiendo en un valioso documento para conservar, como algunos malagueños conservan, las revistas Litoral, Péndulo, Jábega o Isla de Arriarán.
Si hay algo que se agradece es la profusión de informes claros y concisos, a años luz de la exposición farragosa que tanto se estila en muchos ámbitos académicos. José Manuel Cabra de Luna ofrece una aproximación a la pintura geométrica; Fernando Fernán Núñez nos habla de la necesidad, y la baratura, de contar con un Museo de Pintura y Arte Digital, mientras que José Antonio del Cañizo pone el dedo en la llaga al expresar el cansancio de muchos ciudadanos que observan en todos los rincones de Málaga sólo cuatro tipo de palmeras (la datilera, la canaria y las dos washingtonias) cuando el Ayuntamiento puede escoger entre 565 especies. El experto botánico también lanza una máxima poco seguida: «No hay que plantarlas en todo tipo de lugares». La imprenta Dardo, los artesonados mudéjares, el Museo del Vidrio, los 125 años del nacimiento del pintor Nogales, Guerrero Strachan, Bernardo de Gálvez, los hallazgos arqueológicos de la calle Alcazabilla… Los informes y los asuntos tratados por esta Real Academia bien merecían más difusión en los medios de comunicación de Málaga, en ocasiones más atentos a la última ocurrencia política que a reflexiones de bastante más calidad y altura.
Termina este anuario completo con una semblanza colectiva de Alfonso Canales llena de emocionantes palabras para un amigo que se ha ido.
Cuando Mario Vargas Llosa aceptó en junio de 2010, antes de la concesión del Nobel, el nombramiento de académico de honor de San Telmo, señaló que lo recibía «como un mandato de rigor y honestidad». Es lo que, de forma colectiva, también tienen presentes quienes forman parte de esta veterana pero activa institución que lejos de dormirse en los laureles no deja de agitarlos.
El lujo
Con la próxima salida del Ayuntamiento de Diego Maldonado, el concejal popular del distrito Centro y de la Vivienda, se irá un concejal que en su gestión política, con sus fallos y sus aciertos, ha aplicado en todo momento la educación, la sinceridad, la cordialidad y el diálogo.
Prescindir de una persona de tanta valía en un mundillo político local en el que no hay sobreabundancia de estos valores es lo que muchos llaman un lujo innecesario. Suerte.