Señala Emilio, un amable lector de la Alameda de Capuchinos, que en los 70 años que lleva viviendo en el barrio no ha conseguido ver con agua la fuente de esta alameda, colocada en una isleta y rodeada, en vez de por agua, por tráfico.
El autor de estas líneas ha hecho una consulta al Ayuntamiento de Málaga al respecto y está a la espera. Lo cierto es que la falta de actividad provoca que muchos conductores y peatones no se fijen en ella, a pesar de que es una de las más antiguas de la ciudad; de hecho, es sólo unas tres décadas más joven que la fuente dieciochesca del Palacio del Obispo.
Como la que preside la plaza de la Catedral y el Palacio Episcopal, la de la fuente de la Alameda de Capuchinos está muy relacionada con la construcción del Acueducto de San Telmo, aunque el actual no fue su emplazamiento inicial, según cuenta el espléndido libro sobre las fuentes de Málaga.
En realidad en 1790 se instaló en la plaza de la Victoria, surtida por las aguas del acueducto, y no fue hasta 1878 cuando el Ayuntamiento decidió trasladarlo al sitio actual, en concreto en ese punto en el que confluyen las alamedas de Capuchinos, Barceló y la pequeña alameda del Patrocinio. Eso sí, en nuestros días está exenta en un parterre escoltado por yucas.
El cambio de sitio durante el XIX a lo mejor se produjo en la época en la que el alcalde de entonces, José Alarcón Luján, remodeló la plaza para crear los jardines de la Victoria, a mediados del XX conocido como el jardín de los Monos, como todavía muchos los conocen aunque de estos últimos sólo quede el comportamiento simiesco de algunos vándalos.
Quizás lo más espectacular de esta veterana fuente sean sus mascarones con cabeza de león por los que, hace muchísimos años, caía el agua. La piedra, por cierto, está muy desgastada por el uso, aunque no llega a los extremos del brocal del pozo del Asilo de los Ángeles, con los profundos surcos que han dejado las sogas por tantos siglos de trabajo de los frailes franciscanos.
La plaza vecina
Bien mirado, fue una suerte para la fuente de la Victoria que fuera traslada a la Alameda de Capuchinos y no a la vecina plaza del Patrocinio, uno de los lugares más vergonzosos de Málaga y que todos los candidatos de nuestra ciudad deberían visitar con propósito de enmienda.
Hay cierta apariencia de los caóticos años 70 en este terrizo sin futuro en el que descansa una cruz del siglo XVII destrozada por los vándalos y una fuente de 1849 en cuyo desmadejado interior siempre abundan las botellas y las piezas de los coches. En este desolador aparcamiento al aire libre a las puertas del Cementerio de San Miguel, la fuente del XVIII habría durado dos telediarios o se encontraría en las lamentables condiciones de la que simboliza la fugacidad del tiempo.
El ganador de las elecciones debería comprometerse a arreglar, antes de que los próximos cuatro años pasen fugaces, el que quizás sea el espacio público más cochambroso, a pesar de su innegable valor histórico y patrimonial. Ya les vale.