Pasaron los tiempos heroicos en los que un gran estruendo se escuchó en el tranquilo paraje de la Torre de San Telmo. Una nube de rocas surcó los aires convirtiendo todo este entorno del Camino de Vélez en un pedregal (la teoría dice que de ahí viene el nombre del barrio de Pedregalejo).
Las postales de hacia 1910 muestran una playa de San Telmo (anterior a los Baños del Carmen) con rocas que harían palidecer de envidia a los habitantes del Peñón de Gibraltar. Lo que en el argot malagueño se denominan ñoscos sirvieron para construir el Puerto de Málaga a finales del XIX, antesala del Parque de Málaga.
Unos 110 años más tarde, el Puerto ha dado un vuelco de campana y permítanme decir que seguro que está irreconocible incluso para el académico de San Telmo Francisco Cabrera, uno de los grandes conocedores de su historia.
Un servidor, como media Málaga, se paseó a curiosear en estos primeros días de estreno del Palmeral de las Sorpresas. El pasado fin de semana, el nuevo paseo del Puerto hizo realidad la famosa comparación «más gente que en la guerra» y momentos hubo en que, de haber aparecido una pancarta, habría pasado por manifestación.
Aseguraba a este cronista un conocido arquitecto malagueño que un error prolongado podía dar lugar a un acierto, y ponía como ejemplo la pérgola blanca de aires calatravescos que cruza, como la espina dorsal de una ballena, este malecón en el que han echado raíces un bosque de palmeras, pero también encontramos pacíficos, naranjos, mimosas y hasta moreras.
Lo que de momento no hay son gusanos, ni tampoco homínidos chusmonáceos, ya saben, esa minoría que con nocturnidad y alevosía termina adueñándose de grandes trozos del espacio público de Málaga para destrozarlo y si es posible, llevarse trozos de mobiliario urbano de recuerdo. Un policía local montaba guardia a la entrada y la verdad, está todo tan limpio, tan impecable, tan suizo, que de momento el lobby vándalo que tanto pesa en esta ciudad no se atreve a plantar sus pezuñas.
Lo que queda muy bonito pero sin duda elevará la temperatura de los visitantes y el gasto en refrigeración son los edificios acristalados del nuevo Puerto, versión actualizada de Mies van der Rohe.
¿Quién ha implantado la moda tan cateta (por presuntuosa) e inadecuada para Málaga de hacer edificios acristalados? Si los arquitectos siguen perpetrando estas obras en el sur de España, en primera línea de playa y con tantas horas de sol, muy pronto se creará una Asociación de Funcionarios Afectados por los Edificios Acristalados. Como ejemplo, las pobres criaturas de la Gerencia de Urbanismo, que están tapando los cristales con papelones para que no les entre tanto sol.
¿Acaso buscan también en el Puerto adelantar el punto de cocción de los alimentos?
Quitando estos detalles, el nuevo Puerto es una maravilla. Y más lo será cuando nuestros políticos nos den una solución urgente a esa larga barrera de cuatro carriles de tráfico que ya es el Paseo de los Curas. Ánimo.
A mi me gusta mucho como ha quedado el nuevo puerto, ahora falta que lo gestionen bien y que traiaga mucho empleo y dinero a la capital, que falta hace
La verdad es que ha quedado muy bonito, el espacio muy bien utilizado, con ambientes diversos. Cuando los árboles crezcan será muy agradable.
Pero hay algo que no se acaba de entender del puerto: cuando hace años nos dijeron que éramos frontera europea y ya no dejaban que nos acercáramos al borde del muelle ni al agua, colocaron una valla metálica, que por cierto afeaba bastante y no se podía traspasar, solo las personas que tuvieran permiso para ello.
Ahora está todo muy bien aunque el agua apenas se ve, separado del muelle con una cristalera, todo excelente, pero ahora se puede caminar de nuevo por el borde del agua sin problema.
¿Esto pasará porque están aún en obras o han cambiado la normativa o qué será?