El pasado mes de julio, este periódico informaba de un jardín que habría hecho las delicias de un circo de pulgas, pues estos diminutos habitantes se contaban por legiones.
El panorama, salvo para las pulgas, era desolador: matojos con serio riesgo de incendio y con la proliferación de hierbas secas, la aparición de cacas perrunas, auténticos mojones que jalonaban un camino a ninguna parte. Por suerte, esta imagen circense pertenece ya al pasado.
Hace unos días, el firmante se dio una vuelta por estos pequeños jardines, situados en la calle Pedro Gómez Sancho y comprobó que nada quedaba ya del pulguerío ni de los matojos. En su lugar, una zona verde muy cuidada con muchas hierbas aromáticas en estado de buena esperanza (esperando crecer).
Llama la atención este rincón de Málaga, encajonado entre el arroyo de los Ángeles, que es su vecino de la izquierda, un cerro con cipreses a la derecha y detrás, el túnel que da acceso a la fuente de la burra y el camino al asilo de los Ángeles, del que hemos hablado en los últimos días.
El arroyo, aunque discreto, baja estos días con un caudal de agua limpia y parece sortear la completa colección de latas y muebles de terraza que algunos zoquetes han sembrado a su paso. Hablando de siembra, justo detrás del bloque de pisos que preside esta plaza se encuentra un parterre de dimensiones apreciables que los propios vecinos cuidan. Es más, que nadie les hable de los cuidados municipales, por eso, el parterre parece una exaltación de la botánica, con una profusión increíble de plantas de todos los tipos y tamaños. El disfrute de los vecinos y el tormento de un diseñador de jardines franceses.
Lo que ya no tiene explicación es lo que viene a continuación. El túnel de la fuente de la burra (otros vecinos aseguran que en realidad la burra es burro) se convierte en el paso a una nueva dimensión. Uno ignora si es el mismo túnel que aparece en un famoso cuadro del Bosco pero al otro lado le espera otro paisaje y otro paisanaje.
Para empezar, la fuente de la burra (o del burro), un caño con un pilón, suelta un agua de composición desconocida. Generaciones de zangolotinos se han encargado de emborronar el cartel que informa de que el agua es potable (o no lo es). Como no puede leerse y como el nombre de la fuente está escrito con tiza, hay cierta provisonalidad chapucera en este rincón de aprovisionamiento.
El paseo por otra dimensión se refuerza con la aparición cíclica de montañas de basura. Como en su día explicaron los responsables del asilo, esta zona apartada y montaraz de Málaga, al pie del viejo asilo, se utiliza para que las parejas hagan sus cosas (entiéndase en el amplio sentido, que incluye también el hacer de vientre). Si a esto añadimos la presencia de jeringuillas y preservativos, ya tenemos un cuadro de las prácticas.
Como informó este diario, el Ayuntamiento se ha comprometido a iluminar esta zona perdida, entre otras cosas para que haya luz en el camino de acceso al asilo. Será una buena manera de integrar esta isla espacio-temporal en la ciudad de Málaga.