Las asociaciones de vecinos saben por experiencia que los meses previos a las elecciones son aquellos en los que más cosas consiguen. Los políticos están tan amables como un vecino nuevo en el bloque y a las primeras de cambio se presentan con ese banco que faltaba, o arreglan la calle que llevaban toda la legislatura reclamando su arreglo.
Hace unos días, un dirigente vecinal comentaba a un servidor su sorpresa al ver a una poco accesible reponsable política visitando su barrio, claro que cuando le cantó las cuarenta duró lo mismo que un caramelo a la puerta de un colegio.
En reglas generales, sin embargo, en periodo preelectoral todo es posible. Un servidor, por ejemplo, sólo ha hablado un par de veces en su vida con el concejal más hermético e inaccesible del Consistorio (más fácil es que te atienda esta misma mañana el Dalai Lama a que él te atienda) y sin embargo, en estas fechas las posibilidades de escuchar su voz, aunque sea por teléfono, aumentan de manera exponencial y quién sabe, no hay dos sin tres.
Por eso, en estos tiempos de magia y esperanza uno se va a poner más pesado que un tanque en la solapa y elevará una súplica a nuestro Ayuntamiento.
En realidad, no haría falta súplica alguna sino sacar a pasear a nuestro alcalde y a los concejales de Urbanismo, Cultura y del distrito Centro por tres rincones de Málaga: el Museo Thyssen, a punto de inaugurarse, la plaza de la Merced, en una esperanzadora obra de rehabilitación y por último el vergonzoso y aberrante estado del palacio de los Gálvez en el camino entre la Casa Natal de Picasso, el Museo Picasso y el Thyssen.
Se ha convertido, con perdón del dicho, en un tiro de mierda en una chaqueta blanca, o si prefieren algo más fino, en auténtica mancha para la imagen turística de Málaga.
A fuerza de ser insistente, aquí va de nuevo la pregunta del millón: ¿Por qué el Ayuntamiento no se reúne con la empresa propietaria y le convence u obliga a colocar un toldo que cubra las vergüenzas del dañado edificio? Estamos en elecciones, permitan que uno pida sus deseos, que quizás coincidan con los de muchos malagueños.
Aguas y ríos
Animo a la Junta de Andalucía a que, tan hábida como está de competencias –aunque reticente a desprenderse de ellas y cederlas a los Ayuntamientos– califique el Mar de Alborán de Mare Nostrum (entiéndase, de Andalucía o más concretamente de Málaga, Granada y Almería) en nuestro avanzado estatuto de la realidad nacional.
Aunque el agua sea de todos y según Heráclito todo cambia y todo fluye, nunca es tarde para expandir, igual que hace el Universo, las competencias autonómicas. La experiencia política de la España de las autonomías nos demuestra que ha habido grandes aciertos pero también inquietantes lemas de funcionamiento como «No podemos ser menos que los demás».
Hacía falta la metida en cintura del Tribunal Constitucional. El Guadalquivir es un río de todos los españolitos, sean andaluces o no.