El diccionario de la Real Academia de la Lengua define cenutrio como «hombre lerdo, zoquete, estúpido», mientras que para memo se reserva los calificativos de «tonto, simple, mentecato».
Resulta paradójico que algunos hablantes empleen la palabra memo para referirse a un memorándum, pero dejemos las conexiones directas entre memez y burocracia y centrémonos en el cenutrio memo que, hace unos días, realizó una pintada nada menos que en un sillar de la Catedral.
Ya me dirán qué pensarían los miles de trabajadores que a lo largo de los siglos han contribuido con su esfuerzo a la construcción del monumento más famoso de Málaga si leyeran la pintada en cuestión, que reza «Tenemos la rabia del pueblo». En efecto, contestarían lo que ustedes piensan: «Rabia, tu padre» (otros más soeces, emplearían la variante «rabia, tus muertos»).
Ciertamente, el mentecato que ha hecho esta pintada, efectuada con una plantilla, debe tener, si no la rabia, la poco curable enfermedad de la memez. Ya saben, un recién nacido puede venir al mundo sano como una manzana pero salir memo, lo que no implica, por ejemplo, que en países como Italia o Venezuela no alcance los más altos puestos de la nación –cada vez más expertos aseguran que en España los memos también tienen cuerda política para rato–.
No sabemos qué brillante horizonte vital le espera al cenutrio con la rabia metida en el cuerpo. La pintada en cuestión se encuentra en los jardines de la Catedral, muy cerca del monumento al doctor Gálvez y ya ha aparecido como ejemplo de vandalismo en internet, gracias a los desvelos del colaborador de La Opinión Enrique González de Gor.
Sería motivo de gozo para muchos malagueños el que las cámaras hubieran sorprendido al grafitero en pleno acto infamante. Al fin y al cabo, las multas por vandalismo que aplica la legislación no dejan de ser la plasmación de la rabia del pueblo o de la indignación popular cuando algún zangolotino incívico destroza o ensucia el patrimonio de todos. Ánimo.
Luces urbanísticas
Esta misma semana recogíamos la preocupación de una lectora por la ingente cantidad de luces encendidas que a las 8 de la tarde exhibía la elefantiásica sede municipal en El Bulto (pocas veces ha habido mejor fusión de los dos conceptos, arquitectura y bulto).
Un portavoz municipal aclara que el día de la queja se encontraban más de 15 trabajadores en sus puestos, pertenecientes a los departamentos de Disciplina Urbanística, Planeamiento y Gestión Urbanística, Proyectos y Obras y del gabinete del concejal de Urbanismo, repartidos en las plantas 1ª, 2ª, 3ª, 5ª y 9ª.
No estamos, por tanto, ante un fenómeno de poltergeist sino ante un horario laboral. Por otro lado, los funcionarios no son los responsables de la pretenciosa elección de los materiales de una obra que algunos ya atribuyen, por su exagerado presupuesto, a Cecil B. de Mille.
Señor Alfonso, los ejemplares más excelentes y puros de cenutrio trabajan en despachos enmoquetados, no lo olvide usted, por favor. Pues estos sí que hacen verdaderos estragos, y gran daño.
Un saludo, y muchas gracias.