Está tan desprestigiada la política española, disfrazada de una jerga cada día más indescifrable para los mortales y ejercida por un creciente número de arribistas sin formación, que lo único que le pedimos a nuestros representantes es que no nos pongan en ridículo.
En el Congreso de los Diputados, con más razón, habría que rogar a los diputados por Málaga que no se comportaran como exaltados tertulianos del corazón y en suma, que no nos descubrieran (a nosotros y a media España) las facetas más merdellonas del ser humano.
Un servidor ya lo ha comentado alguna vez: con independencia de su ideología y de su forma de actuar, existe un sustrato común en el exalcalde Pedro Aparicio y en nuestro actual alcalde, Francisco de la Torre, que es, aparte de una formación más que aceptable para el cargo, una buena educación que difícilmente pierden en su ejercicio profesional.
Eso es algo que, hoy en día, en este mundo en el que imperan el griterío y el insulto, se agradece bastante.
Ese debería ser el mínimo común denominador de los políticos malagueños, con más razón en el Congreso de los Diputados, donde se supone que están los representantes más curtidos de la nación.
No es la primera vez que la exalcadesa, exministra y diputada Celia Villalobos pierde las formas y a juicio del firmante, puesto que le pagamos un espléndido sueldo, deberíamos exigirle moderación y educación, al menos en el hemiciclo, para que no nos dejara a a los pies de los caballos.
No es una cuestión ideológica, pues un diputado como Alfonso Guerra, del grupo socialista, nos regaló días de gloria en los que logró abochornarnos con unas zafiedades que a Machado y a Mahler les habrían puesto sus pocos pelos de punta.
La cuestión es si en la carrera política habría que pedir, además de un examen de cultura general, una prueba de Urbanidad.
Quienes superen esta prueba disfrutarán de un sueldo inalcanzable para la mayoría de la población (siempre que no se salgan de lo que les ordena el partido), así que luego deberían recibir clases de ironía y sutileza, para que los insultos y exabruptos horteras que vayan a soltar se circunscriban al ámbito doméstico o a las televisiones de Berlusconi.
El lenguaje coloquial no puede ser la excusa para no estar a la altura de las circunstancias, en este caso, a la altura de una diputada del Congreso por la provincia de Málaga. El «se sienten coño» dejémoslo para Tejero y si no, que nos pongan a alguien con mejores modales.
La cuesta señalada
Dos profundas huellas se adivinan en la cuesta de subida al Parque del Cónsul, donde se encontraba la finca que da nombre al barrio: por un lado, la que forma una pequeña torrentera por las pasadas lluvias; por otro, las huellas de las motos.
Este parque recién inaugurado necesita un suelo más duradero y de paso, algunos pivotes o barreras que pongan difícil el acceso a los moteros.