Ben Gabirol: una estatua con los pies de barro

23 Feb

Si Salomón Ben Gabirol hubiera sabido el trato que le iban a deparar las autoridades de su ciudad natal en los albores del siglo XXI, habría preferido el discreto olvido y que la estatua se la dedicaran a un personaje de dudosa reputación, a juego con el estado que presenta el monumento.

Lo cierto es que el deterioro de esta obra, realizada en 1969 por el escultor norteamericano Reed Amstrong, sorprendería hasta a los de la serie CSI, por la cantidad de porquería que asciende por la sobria túnica del pensador.

Desde que los jardines de Ben Gabirol fueron reformados para quedar a juego con el Museo Picasso, la estatua perdió su pedestal y con ello se convirtió en un receptor de los pipís de los perros y todo tipo de residuos.

Ayer mismo, por la túnica subía una respetable montaña de barro y algunas piedras, aparte de que, a pocos centímetros de la obra descansaba una cagada perruna, que el filósofo parecía mirar pensativo. Mejor no traducir sus tristes pensamientos.

No tiene sentido que una estatua de este tipo, que representa a un personaje cabizbajo, pensativo como hemos dicho, no cuente con un pedestal para que, aparte de proteger la escultura, podamos admirar la obra en todo su esplendor.

No caerá esa breva, dos mociones se han llegado a discutir en el pleno municipal en los últimos dos años, pero la disposición a colocar el pedestalito se ha quedado en agua de borrajas.

La última solución que baraja el Ayuntamiento, a quien el deterioro del patrimonio municipal no parece quitarle mucho el sueño, es trasladar la estatua a la futura placita de la Judería, que por fin está saliendo del marasmo administrativo y ya se levantan en ella las esperadas viviendas.

Lo que todavía no ha entrado en la mollera de nuestros representantes públicos, a quienes les costeamos el sueldo, es a tomar medidas preventivas, como colocar la estatua en alto de forma temporal. Con esta medida que se resisten a tomar desde hace dos años, de paso ahorrarían dinero a las arcas públicas, pues cuando más tiempo se deteriore la escultura de Salomón Ben Gabirol, más nos costará a todos su rehabilitación.

En esta Málaga de las grandes palabras y pomposas declaraciones, fallan los pequeños detalles.

Los políticos locales que sólo patean la calle cuando llega la recolección electoral deberían detenerse, aunque sólo fuera unos instantes, delante de la deteriorada estatua de este sabio y tratar de mirarle a los ojos. Sacarían muchas conclusiones sin necesidad de estrecharle la mano y preguntarle por la familia. Ánimo.

Misterio

Hablando de los pequeños detalles, el Centro de Interpretación del Teatro Romano, del que pronto hablaremos, es una incógnita en sí mismo.

Cualquier visitante que se aproxime a este rincón de la calle Alcazabilla y lo encuentre cerrado lo tendrá complicado para localizar un cartelito que informe del horario de apertura y los días en los que está abierto al público. Algún día lo sabremos con certeza.

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