En 1978, cuando uno todavía criaba flequillo, llegó al colegio un alumno sueco. En nuestra vida habíamos visto un tío tan rubio, como no fuera en los anuncios de champús infantiles.
Por su apellido, el sueco se sentó en un pupitre vecino al de un servidor y a los pocos segundos pude comprobar que era un forofo de unos enanitos azules tocados por una especie de barretina blanca, que comenzó a desplegar en la mesa, a modo de amuletos.
El sueco informó a la concurrencia de que se trataba de los pitufos, unas criaturas de origen belga muy populares en Suecia, donde se cultiva esa costumbre tan alemana y tan extraña de espurrear enanitos por los jardines.
Quién me iba a decir que esa aparición surgida de una mochila escandinava no sólo iba a popularizarse en España a los pocos meses sino que, 30 años más tarde, un político socialista iba a comparar la gestión del alcalde de Málaga con un pitufo, a más inri lesionado.
Ni siquiera Salvador Dalí, en sus creaciones más oníricas, podría haberse sacado de la manga esta imagen tan impactante, que convierte al equipo de gobierno de Francisco de la Torre en un ente de piel azul, como esos patilargos de la película Avatar, pero reducido a la mínima expresión y tocado con un sombrero que sólo se atreven a lucir (en grupo) algunas minorías beodas del carnaval de Cádiz.
Lo más inquietante es que, el autor de la comparación, el arquitecto Carlos Hernández Pezzi, continúa esta fantasía animada comparando al PSOE con Burt Simpson, que aunque va a toda la leche por la vida en el monopatín y puede simbolizar la celeridad burocrática, no deja de ser un manúo con gracia pero con demasiadas tendencias vandálicas.
Mucho más tranquilizador para su electorado hubiera sido comparar, por ejemplo, a María Gámez con Lisa Simpson, pues además de tocar un instrumento musical, es la única cultivada y razonable de la familia.
De la próxima hornada de concejales socialistas lo que esperamos muchos malagueños es que, para empezar, no peguen la espantada como en la anterior legislatura y todos aguanten los cuatro años trabajando por Málaga, ya se vean personificados en Burt Simpson, la familia Ulises o Gargamel (ya saben, el azote de los pitufos).
Confiemos de paso en que el debate electoral remonte estos niveles infantiles y esquemáticos y sin necesidad de echar mano de la ininteligible neolengua políticamente correcta de muchos de los candidatos, puedan explicarnos qué van a hacer sin ese tic cansino de arremeter contra los malvados de enfrente.
Mucha suerte y como decía el cerdito Porky: «Esto es todo amigos».
Dura lex
La ley de Murphy ya dejó estipulado que los días con pleno municipal en Málaga son aquellos en los que más dificultades hay para poder seguirlos por internet. Un suplicio sólo comparable con el difícil trago de verlos en directo.
Señor Alfonso, no le quepa la menor duda de que el debate electoral no remontará esos niveles infantiles y esquemáticos, antes al contrario como la experiencia nos ensaña iremos a peor. Hasta cuándo, y hasta cuánto peor, no lo sé.
Un saludo y gracias.
Quizás haga referencia a ese capítulo en que Burt, ya adulto, disfruta como operario, tras haber encauzado sus ansías destructivas,derribando edificios con la potente máquina que maneja. Podemos soñar que es una promesa de que no habrá más construcciones candidatas a ser demolidas (por ser absolutos mamotretos) en lugar de restaurar nuestro patrimonio arquitectónico antes de que desaparezca del todo.