Hay un rincón de Málaga en el que el arte se exhibe a raudales. A dos pasos de los barrios de La Virreina y 26 de febrero nos encontramos con la calle del pintor renacentista Guido Reni, que desemboca en la plaza del director de orquesta Herbert von Karajan y justo enfrente, tenemos un logrado edificio de viviendas con ecos muy innovadores del pintor Mondrian.
Se trata de una vivienda social en la que su autor ha puesto ganas e ingenio para ofrecer algo distinto. Puesto que todo edificio, sea cual sea su condición, en algún momento de su historia exuda por la fachada lo que en Málaga se conoce como chorreones de mierda, qué menos que darle al acabado un tono innovador que disminuya el futuro efecto.
Justo enfrente de este entorno artístico, hacia el lado del río Guadalmedina, nos encontramos con una zona verde que antes de que el Ayuntamiento la arreglara era lo más parecido a una leonera sin leones, un totum revolutum de matojos, zarzas y basura por el que no podían ni pasear en paz las hormigas y en el que para avanzar se echaba en falta el machete.
El parque resultante tras la reforma es más que aceptable, a pesar de que siga la tradición malagueña de contar con tres pérgolas muy bonitas que no sostienen planta alguna. Pero no echemos la culpa a un fallo que en realidad es estructural de nuestra ciudad, y eso que en La Concepción tenemos la pérgola-cenador más bonita de España.
Mucha paz transmite este parque con pinos, jacarandas y numerosos cipreses, dispuestos en el centro de la zona verde, acompañando a las pérgolas, hasta desembocar todo el conjunto en una curiosa glorieta formada por lo que parecen nueve antiguos postes de madera tratados. ¿Estamos ante la versión forestal de la fuente de los Teletubbies de Teatinos? En todo caso, es una buena idea.
El parque cuenta además con unas zonas infantiles, una para menores de 10 años y otra para menores de 12, que parecen salidas de un parque infantil marciano, tal es su aspecto galáctico y rompedor. Tampoco falta un campo de baloncesto ni un gimnasio de mayores.
Dos cosas no acompañan a este espacio renacido, en primer lugar el espurreo generalizado de todo tipo de productos alimenticios, lo que dice muy poco de algunos organismos pluricelulares que utilizan el parque para vaciar sus instintos consumistas.
En segundo lugar, la vecindad del río, que mientras se dilucida –como siempre que se acercan elecciones– su futuro en forma de río o vial con coches, luce a este lado de la frontera un look nada exagerado de basurero zarrapastroso, pues el espurreo se adentra en sus dominios. El parque, a pesar de todo, merece la pena.
Tráfico de altura
La instalación en los años 60 de puestos de guardia de tráfico (con ellos encima) en puntos neurálgicos de Málaga motivó el siguiente pareado anónimo: «Entre el Parque y la Alameda/de una manera triunfal/ y entre columnas metido/ se alza la estatua genial/ al guardia desconocido.