Ayer por la mañana, el autor de este artículo tuvo la impresión de adentrarse en la selva camboyana, y eso que uno no ha pisado Asia. Pero ya sabemos de lo que son capaces los sentidos.
En realidad, la recreación de una selva de Indochina podemos encontrarla, hasta el mínimo detalle, en un rincón de la Trinidad del que hablamos hace un par de años.
Si usted sube por la calle Velarde, en la acera izquierda (la que hay enfrente del lateral del Hospital Civil) detectará en mitad del ascenso un intenso olor a meado de gato. No se asuste, en realidad es meado de gato; de muchos de ellos, los únicos habitantes de la parcela de tierra más productiva que han visto los siglos.
¿Por qué no pensó su propietario en sembrar en ella trigo?, de haberlo hecho, Málaga tendría ahora una cosecha que ríete tu de Ucrania.
En su lugar, dejó que la Naturaleza obrara por sí misma y por el intenso olor que desprende el solar, también ha conseguido que en ella obren algunos humanos.
Si el Ayuntamiento de Málaga tomara una vista aérea de esta parcelita, que hace esquina con la calle Pedro Marcoláin, no podría descubrir nada más que el intenso follaje. En estos pocos metros cuadrados (vallados pero con un agujero por el que cabe un tren de Alta de Velocidad) podría esconderse un comando de la guerra del Vietnam sin ser descubierto. Sí se adivinan, entre las plantas y los gatos, objetos de la vida cotidiana como un antiguo lavadero, posiblemente de marmolina, y un colchón depositado sobre las ramas de los arbustos que no dejan de crecer y sobre el que medita un precioso gato negro.
No es esta parcela cercada lugar que invite a la meditación, pues la acera que lo rodea está plagada de auténticos mojones que quieren imitar, al menos en tamaño, a los antiguos de las carreteras. Algunos hay, y no nos detendremos más en este asunto, que parecen depositados por un Tiranosaurius rex o si lo encuentran muy exagerado, por un gran danés talludito.
Pero las sorpresas no acaban aquí porque en esta zona, justo a espaldas de la iglesia de la Trinidad, al torcer a la derecha nos encontramos con una segunda parcela, con forma de ele, esta ya de libre acceso, en la que se amontona una increíble cantidad de envases de yogur líquido y desperdicios varios.
Que el Consistorio es lento de reflejos se demuestra en que este rincón indochino-trinitario lleva años postrado en la misma dejadez y sólo ahora que se acercan las municipales hay esperanzas de que algo cambie, porque empeorar ya está hasta difícil.
La funda
La inigualable rehabilitación del trozo de muralla nazarí de la calle Carretería, que si no ha recibido un premio de la Unesco ha sido porque los expertos lo confunden con la fachada del Corte Inglés, sigue acogiendo en su seno todo tipo de restos varios.
Seis cajas vacías de comida para gatos había ayer en su interior y hasta el envoltorio de un polo, sin olvidar que, al ser zona ilícita de carga, descarga y maniobras, el suelo presente la misma mugre que la funda de un jamón.
Señor Alfonso, hoy casi me atraganto con las risas que me ha provocado su artículo mientras desayunaba. Ahora bien, aquí dejo una modesta, confiada e inocente propuesta-reivindicación, el adecentar ese solar trinitario debe tener un único o fundamental objetivo: Que el reino de ese precioso gato negro esté a su altura, y no a la nuestra.
Un saludo y gracias, señor Alfonso.
(espero no terminar asfixiado entre risas, aunque ahora que lo pienso, no parece mal final)
Genial,autentico,verdadero,lo he pasado en grande con
la lectura de su artículo, merece ponerle un marco.
lo habrá leído el sr. alcalde ?