El presidente de los Estados Unidos, Harry Truman, era baptista y masón, dos circunstancias que no le habrían deparado una larga vida en la España de los años 40. Se comprende que el hombre se mostrara al principio reticente a la hora de mandar dinero a la España de Franco.
Bajo la dictadura del general, el callejero de Málaga se limitó a quitar bastantes nombres y poner los del bando vencedor y a añadir los de personalidades del XIX de inocuas resonancias políticas.
Con la llegada de la Democracia, Málaga se encontró con calles como La flauta mágica, una ópera de ecos masones en la que un hombre emplumado luce una jaula en la espalda. Impensable años atrás.
Igual de impensable serían hace 60 años los nombres de las calles que rodean el centro de salud de Campanillas y que se adentran en la Hacienda Segovia. No es que fueran masones los homenajeados sino que eran pintores circunscritos al arte que no pinta las cosas tal como son en la realidad –que en Málaga por cierto es la modalidad con más seguidores–. Nos estamos refiriendo a pintores tan sospechosos como Gauguin, Matisse, Cezanne y Van Gogh, aunque otros de la zona sí habrían recibido la aprobación gubernativa (Tiziano, Giotto y Fra Ángelico y El Veronés).
La calle Van Gogh, en concreto, que se adentra en la Hacienda Segovia, parece una burla a nuestro tradicional urbanismo de aluvión: por algún despiste administrativo nos encontramos con una calle bastante amplia y en el centro con un parque, en el que ningún aumento bestial de la edificabilidad asoma por el horizonte.
Eso sí, por el estado en que se encuentra el parque parece el típico apañado a la ligera por alguna constructora ya que el paseo central exhibe una ligera capa de minúsculos chinos blancos, en los que la huella de un carrito infantil hace el mismo efecto que una arado con bueyes, tal es la rácana disposición de esta cubierta blanca.
Avala esta tesis la presencia de unos árboles raquíticos que darán sombra dentro de dos generaciones. De su tronco deben de sacarse los palillos de dientes.
Recuerda este parque bien hallado pero ejecutado con evidente desgana el que sufrían los vecinos de Teatinos en la calle Carril del Capitán, gracias también al desinterés de una constructora. El Ayuntamiento ha terminando plantando nuevos ejemplares.
Callejero del Este
Tras este inesperado parque donde, según la lógica malagueña, debería haber más edificios, llegan parcelas por construir y que a estas alturas de enero están cuajadas de flores, con grúas en su seno.
A continuación, el paseante se encuentra con una serie de calles de ciudades de antiguos países comunistas que habrían sido tan impensables como La flauta mágica hace unas décadas: Praga, Bratislava, Riga, Budapest y Kiev dan fe de ello. Un paisaje en la parte nueva de Campanillas que sólo atendiendo al nombre de sus calles, es cuando menos, democrático.
Querido Alfonso:
Acabo de leer tu novela «Viena a sus pies», tan justamente premiada. Se trata de un delicioso paseo primaveral por esa otra Viena que nunca vi, pues llegué allí en Invierno y con una casi depresión galopante que me hizo contemplar un Danubio marrón-casi-negro. El humor elegante con el que está escrita resulta de una rareza impagable en estos tiempos en que lo más que hay son las chuminadas de José Mota. Evoco en tu relato, el buen gusto y limpio ingenio de mis queridos Tip y Coll, los mejores humotistas junto a Gila, de la lengua española.
Por cierto, ¿Te has planteado escribir una historia humorística de la música?
Me encantó tu capítulo dedicado a Mahler, que se queja de la comercialidad de los Strauss y la anécdota de Liszt. Un libro así (genios con pies de barro) sería un tesoro para alumnos y aficionados.
Y, en fin, ¿a que no sabes que novela de humor será lectura obligatoria en algunos IES de Málaga?
Un abrazo
P.D: La novela «Viena a sus pies» de Alfonso Vázquez ha sido premiada con el III Premio Bombín de Novela Corta de Humor, publicada en la editorial «Rey Lear» y se puede comprar en casi todas las librerías (si no está agotado)