Mucho antes de que las hordas del corazón irrumpieran con sus gritos y ordinarieces en la tardes de la tele española, los niños de los años 70 y 80 disfrutaban, a pesar de contar con sólo dos canales, de una programación cinematográfica en la que abundaban los grandes clásicos y las películas cómicas, igualmente grandes.
En lugar de videntes, delincuentes, camorristas y tonadilleras cabreadas, tomaban el testigo de las tardes televisivas personajes como John Ford, Charles Chaplin, Berlanga, Harold Lloyd o Frank Capra.
El harakiri generacional que desde hace unos quince años perpetran los programadores está creando televidentes empobrecidos y en algunos casos, entontecidos, pero esa es otra historia.
Qué duda cabe que, además de poder apreciar las grandes obras del cine, disfrutar de películas cómicas al menos una vez por semana en las que el lenguaje visual era el rey, ha despertado en muchos de niños de entonces la capacidad de detección y desarrollo de la vis cómica.
La pelea de tartas de La carrera del siglo, del recién desaparecido Blake Edwards, los gags de Las vacaciones del monsieur Hulot, El hombre mosca o de Luces de la ciudad también nos ayudan a descubrir una Málaga en la que en la pequeña tragedia se puede encontrar la vena cómica.
La instalación de cuatro contenedores subterráneos en la calle Granada, a pocos metros del Colegio de Economistas, ha propiciado no sólo el reciclaje sino también los saleazos o daleazos en gran escala, ciertamente preocupantes los días de lluvia.
No es una exageración. Estamos ante una mezcla explosiva de suelo peatonal deslizante, lluvia y ese hilillo de porquería que suelta toda instalación de basura, aunque esté bajo tierra. Si a eso unimos el vierteaguas del centro de la calle, obtendremos en sólo dos horas 16 costalazos, constatados y contabilizados por una tienda de chucherías, pues las escenas cómicas ocurren justo enfrente del establecimiento.
Preguntado hace unos días nuestro alcalde sobre los numerosos resbalones en el Centro, aconsejó un calzado adecuado y pisar con atención, como si la culpa sólo fuera de los irresponsables accidentados. En realidad, la culpa la tiene el Ayuntamiento que no es capaz de planificar medidas antideslizantes en este tipo de enclaves.
Los 16 costalazos en dos horas, aún conservando en su seno posibles lesiones y seguras magulladuras, parecen rescatadas de alguna película de Charlot, en esos tiempos en los que se limitaba a ser perseguido por policías torpones.
Y no me negarán que la respuesta de Francisco de la Torre aconsejando zapatos adecuados, en lugar de ordenando que se pongan baldosas antideslizantes en todos estos sitios, no está en la órbita de Rufus T. Firefly, el monarca de Libertonia en la película Sopa de Ganso, personaje interpretado por el gran Groucho Marx.
Las sufridas víctimas de estos guarrazos, además de denunciar al Ayuntamiento bien podrían dejarle al alcalde un mensaje igual de marxista: «Y dos huevos duros».
Aprovecho esta entrada para felicitarle por este pedazo (y grandioso) blog que está escribiendo. Lo descubrí hace una semana por casualidad y he estado buceando por él estos días.
Como malagueño con espíritu crítico (creo), las verguenzas de mi ciudad me llegan al alma. Leer su blog en el que habla de hechos, tan calmado y sin desprecios ni salidas de tono contra unos y otros tan características del politico y tertuliano, ha sido para mi un verdadero alivio, ya que pensaba que estaba solo.
La temática de esta entrada, así como de otras muchas, no es mas otra muestra de la incapacidad congénita de hacer las cosas bien, reflexionarlas y corregirlas en el caso de errores (hacerlo mal o regular siempre es más facil y barato). No importa el color, creo que al final no importa que la ciudad sea más culta, mas «vivible», mas bonita, solo importan pequeñas actuaciones para parchear y tener de que hablar. Nadie tiene la responsabilidad de nada, todos tienen los méritos de todo.
Muchas gracias por el esfuerzo que hace, aquí tiene un nuevo seguidor.