La esperadísima digitalización de parte del archivo fotográfico del Archivo Municipal ha sido un éxito, como ya informó este periódico hace unos días. Málaga sigue siendo una ciudad irrespetuosa con su pasado y con ese espíritu de nueva rica que le caracteriza, opta en demasiadas ocasiones por la demolición.
Son tantos los edificios y monumentos desaparecidos, es tanta la inestabilidad física de esta ciudad, que es natural que en ella cualquier iniciativa de asomarse a las imágenes del pasado tenga miles de seguidores.
Nueve mil fotografìas es una cifra muy razonable, los internautas pueden sondear no sólo el pasado de la ciudad sino el suyo propio y viajar a su infancia.
En la calle Granada, por ejemplo, se levantaba la iglesia de San José, eficazmente demolida y sustituida por un edificio que merecería un sitio de honor en el festival de Cine de Terror de Sitges. El mismo lugar debería reservarse para el complejo de oficinas que sustituyó en la plaza de Uncibay al Málaga Cinema, del que el archivo tiene una completa colección de fotos. Enternece otra instantánea de una adivina en el barrio de la Trinidad en los años 50.
El público atiende ensimismado a las explicaciones de un hombre, mientras la enigmática mujer, con los ojos vendados y sentadaa con unas cartas en la mano apoyadas en una maleta, parece sondear con su poder mental, las potencialidades ilusas del respetable, entre los que se encuentran, cómo no, varios niños con la boca abierta.
Hay fotos además que entroncan con grabados del XIX de imposible reconstrucción mental para el malagueño de nuestros días, acostumbrado desde la infancia a un paisaje caótico y quitando un par de barrios residenciales, masificado. Si se dan una vuelta por el Camino de Antequera de hace un siglo, verán un paisaje de huertas con la iglesia de San Pablo y la Catedral como únicos hitos. La foto, por cierto datada en los años 60, es bastante anterior pues ni el edificio de Teléfonica, que fue el primero de esa manzana (urbanística) de la discordia, aparece junto a la Catedral.
A un servidor le atrae bastante, por su caracter casi simbólico, una imagen del archivo de Antonio Canca de los años 70 con el depósito de agua de la Huerta de Godino coronado por una construcción y al pie, como en un asedio de tráfico, varios seat y simca aparcados.
Y existe una similitud muy grande entre una foto de las inundaciones del Perchel de 1955 y las de la famosa riá del año 7. La lengua de barro avanzaba casi medio siglo más tarde por los Callejones del Perchel, parapetada tras una doble hilera de topes para los carros y con los vecinos como mudos testigos, no sólo de un fenómeno parecido, sino también testigos de que en 50 años, pocas cosas habían mejorado en el barrio.