No hay que dejarse llevar por el desánimo, cierto que la crisis no sólo es económica sino también estructural. En la mayoría de los canales de televisión criaturas soeces no paran de gritarnos, ya sean políticos, comentaristas o cabestros de la noche ascendidos a tertulianos del corazón.
Tampoco en Educación alcanzaremos las más altas cotas como no sea las de la miseria y en Política, sólo contemplar cómo se las gasta el presidente del Gobierno y las dudas del que puede presidirnos producen vértigo existencial (el único consuelo que nos queda es que Berlusconi y Chávez todavía no han pedido la nacionalidad española).
En momentos así de parálisis y estulticia generalizada, qué bien sienta que el Ateneo de Málaga se haya acordado de Rafael de la Fuente Milanés y ayer le otorgara, junto con otros merecidos personajes, la Medalla de Oro. No todo van a ser penas.
Rafael no sólo está en las antípodas de un tertuliano de la caja tonta sino que se ha convertido por méritos propios en un embajador con carrera de la Costa del Sol.
Seguro que le habría gustado trabajar para el Foreing Office o puede que de enciclopédico librero en Charing Cross Road, pero al nacer en nuestra tierra, puso todo el empeño en dar siempre lo mejor, ya fuera de adolescente en una agencia de viajes en Málaga o cuando el destino le convirtió en director de un hotel de lujo en Marbella, su querido pueblo, al que con cariño llama con diminutivo.
Suyo es el mérito del éxito de las Escuelas de Hostelería de La Cónsula y Benalmádena, que ha llevado con la profesionalidad y entrega de una embajada en una gran capital europea, y cuando cualquiera en su lugar hubiera buscado un retiro de oro, mira por dónde se metió de independiente en política para poner su grano de arena en la lucha contra los esquilmadores del GIL que, afortunadamente, en estos días pasan ante el juez.
Defensor de un turismo de calidad en la Costa del Sol que no sea depredador de fincas y playas, su voz nunca perdió intensidad ni en los mejores momentos de la burbuja inmobiliaria y todavía asesora de forma gratuita a instituciones europeas sobre asuntos tan despreciados en Málaga como el respeto por el paisaje.
Rafael de la Fuente es lo opuesto a un programa del corazón, es el mejor piropo que a uno se le ocurre, pero sobre todo es la constatación de que también en Málaga la adquisición incansable de conocimientos y el trabajo honrado y desinteresado reciben su recompensa.
Todos al notario
A los futuros concejales, al menos a los del grupo municipal socialista, su partido debería llevarles de visita al notario para que firmaran un documento en el que se comprometieran a mantenerse en el cargo los cuatro años de legislatura, sin atender a las agencias de colocación de las administraciones amigas ni ningún otro mutis que no esté justificado por enfermedad, huracán, golpe de estado, incendio consistorial, guerra relámpago o temblor de tierra. Respeto a los votantes lo llaman.
Como te es habitual, acertando en el centro de la diana con gracia y estilo. Felicidades, Alfonso.