Esta semana el firmante ha sido testigo de una escena que entra en los vericuetos del realismo mágico y que con frecuencia podemos ver en Málaga, una ciudad que a veces parece más cercana a Macondo que al Mar de Alborán.
Sucedió en el tramo de la avenida de Andalucía más cercano a El Corte Inglés, un sitio que está manga por hombro por las obras del metro, con señales de tráfico provisionales pero bien claritas.
El protagonista de esta escena felliniana o surgida de Cien años de soledad cruzó un semáforo con la luz naranja (ámbar le llaman algunos) que además sólo regulaba un carril, así que no había paso de cebra alguno.
A pesar de estos evidentes signos de que el hombre no debería cruzar por ahí, nuestro protagonista siguió adelante y al verse rodeado por el tráfico, empezó a vociferar indignado. Ahí tenemos a nuestro valiente, impasible el ademán (no el alemán) parando con la mano el tráfico como un guardia urbano de los de antes.
Pero las cosas no quedaron ahí porque justo delante, tras pasar el segundo carril mientras detenía un coche, se topó con una mediana de las que no se las salta un galgo, pero sí él. Así que, sin ningún problema, este fulano siguió exhibiendo su cabreo a voz en grito, trepó por la mediana y realizó una incursión en los siguientes carriles, también jugándose el tipo hasta por fin alcanzar la acera salvadora.
Esta mezcla de inconsciencia pero envuelta en la indignación de quien se cree cargado de razón recuerda otra anécdota ocurrida hace unos 40 años. El escenario, una peluquería de caballeros, en la que un acérrimo seguidor del C. D. Málaga, también a voz en grito, arreglaba el mundo deportivo asegurando que la única persona que podía salvar el club era un señor muy conocido de la ciudad.
Dio la casualidad de que justo en el asiento de al lado se encontraba el hijo de este supuesto salvador de la entidad así que una vez que este hombre tan sentido acabó su perorata, se identificó como el hijo y le aseguró que su padre no podía hacerse cargo del C. D. Málaga porque para empezar, no le gustaba el fútbol y al campo casi había que llevarlo a rastras.
No se crean que se achicó el forofo futbolero, que cuando el hijo de su defendido acabó su razonable exposición le replicó: «¡Usted qué sabrá de eso!». Así se habla.
La otra enseñanza
Este periódico se precia en ser el diario de Málaga que, con diferencia, más cosas cuenta de Málaga, y entre las noticias más llamativas de los últimos días destaca el premio dado a Malaca Instituto como la mejor escuela de español del mundo, galardón que además consigue por tercera vez en cinco años.
El día en que las instituciones se den cuenta del potencial de Málaga como ciudad de enseñanza de español, quizás empiecen a crearse más puestos de trabajo en este sector, que en ocasiones suele tener la sensación de hacer su trabajo en medio de la indiferencia institucional. Craso error.