La merecida multa por exceso de ‘felicidad’

24 Nov

Bastantes guiris que nos visitan aprecian en los malagueños cierta sordera generalizada debida a los alaridos que muchos de nosotros estamos acostumbrados a pegar.

Y no hablamos ya de la clásica estampa de la madre llamando al niño desde el balcón, escena explotada hasta la saciedad por Los Morancos, sino del follón generalizado que solemos armar en bares, restaurantes, el trabajo o en plena calle, comentando algo tan irrelevante como si es mejor el Madrid o el Barcelona, cuestión esta que suele elevar la discusión hasta hacerla audible al otro lado del Estrecho.

La misma tendencia por hablar a gritos se aprecia en algunos usuarios de móviles, sobre todo cuando la llamada se recibe en un autobús atestado, circunstancia que provoca que todo el pasaje se entere de la conversación (como para no enterarse).

Esta tendencia al jaleo y al exceso de decibelios también se ha trasladado a una ceremonia tan singular como las bodas. Sin alcanzar las cotas de contaminación acústica de las exhibiciones valencianas de petardos, en muchos bodorrios novios y familiares optan por fastidiar al mayor número de malagueños con un desfile triunfal en coche en el que no para de sonar el claxon.

Esta práctica tan fastidiosa como de innegable sustrato merdellón ha alcanzado tal raigambre en Málaga, que pocos enlaces se ahorran un circuito de pitidos a lo largo de varios kilómetros.

Por supuesto, la prohibición de tocar el claxon en la ciudad y sobre todo, en las proximidades de los hospitales, es obviamente ignorada. Al fin y al cabo, como comentamos hace unos días, el lema de muchos malagueños es primero yo y después, el diluvio.

Pero a veces se aplica la ley, para satisfacción de quienes tienen que contemplar con qué alegría se saltan algunos las normas de convivencia.

El pasado verano, un taxista amante de la contención acústica fue el afortunado testigo de un suceso raramente repetible: una caravana nupcial de varios coches pitando de forma insoportable salió de Málaga con destino a Fuengirola, y al llegar al cruce de Churriana, se topó con la Guardia Civil, que detuvo el jolgorio multando a todos sus integrantes: desde los padrinos hasta el coche de los novios.

Que no se puede ir por la vida molestando a los demás y haciendo como que no existe el resto del mundo es lo que simbolizó esta multa por contaminación acústica. Que vivan los novios, de acuerdo, pero que los demás también podamos vivir en paz.

Cariño

Tantos años lleva el firmante reclamando que cambien las destrozadas cabinas de fotos de la Alameda Principal que uno les ha cogido cariño, aunque cualquiera que pase por allí hasta podría coger el tétanos.

Las tres descascarilladas cabinas están coronadas tras un año de intensas lluvias por un buen matojo seco, símbolo de un declive que aunque secular, se adivina que durará a perpetuidad.

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