Comentábamos hace unos días los hábitos selváticos de una legión de fumadores malagueños, que en verano deja las playas hechas unos zorros al confundirlas con ceniceros gigantes para su exclusivo uso y disfrute. A pesar de este endémico rasgo de subdesarrollo cultural y cívico en pleno siglo XXI, a pesar de tantas miles de colillas dejadas por miles de infractores anónimos, las playas de Málaga sobreviven a la burricie tabáquica y no dejan de ofrecer estampas de intensa belleza como esta. A pesar de ellos.
A pesar de ellos
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Nov