La barriada de Ruiz de Alda, un triángulo de casas entre la avenida de la Paloma y la calle Federico García Lorca, luce unas fachadas interiores que ya las quisieran los enemigos acérrimos del minimalismo.
La blancura originaria de estos bloques son en nuestras días una maraña de pintadas, localizándose hasta 50 en sólo tres metros cuadrados. Tal profusión de egolatría se concentra sobre todo en las calles de acceso a cada patio interior de Ruiz de Alda, a los que se accede por la calle Federico García Lorca.
Como de las casas cuelga tal maraña de cables que Johnny Weissmüller podría desplazarse por ellos sin tocar el suelo durante todo su paseo por el barrio, no es de extrañar que por encima de estos cables, usados de soporte, también se extiendan nuevas pintadas.
Unas expresiones de egolatría resumidas en las firmas de los ejecutantes, con nombres artísticos tan sagaces como Esu, Nano, Jeni y Travelo. Aunque por su capacidad para estar en todas partes (o más bien, en todas las fachadas), resalta un tal Ramsés, que ya por este triste récord merece el sobrenombre de faraón de las pintadas.
En la tupida selva grafitera de Ruiz de Alda encontramos también exaltaciones patrióticas, como esa retahíla de glorias argentinas, a saber: «Messi, Diego, Che, Gardel, lo mejor del mundo».
Por otro lado, ignoramos la nacionalidad del cabestro que, en un rapto de estulticia, pintó una cruz gamada tamaño king size, felizmente semioculta por nuevas firmas de reafirmación adolescente.
La calle de acceso al patio interior más dañada es la dedicada a Alfonso Peña Beeuf, pero el resto, a lo largo de Federico García Lorca, tampoco se quedan mancas.
Llama la atención que algún alma de cántaro haya captado toda la fuerza pictórica del conjunto y lo haya resumido, a grandes caracteres, en una pared antiguamente blanca en la que ha escrito «Cutre»
Si pasamos al barrio de al lado, detrás de la gasolinera de Alaska, encontraremos una plaza sumamente mejorada, con respecto a otros años y de la que otro día hablaremos. El caso es que nuestro faraón de las pintadas también ha querido dejar su huella gloriosa. Ni Ramsés II tenía tantas ambiciones en la vida.
La bandera
No sé si es una metáfora o sólo es el viento, pero ayer, la enorme enseña europea colocada en la glorieta de Torrijos se movía más que un garbanzo en la boca de un viejo.
Como el mástil de un barco en el Cabo de Hornos, el asta de la bandera aguantaba lo que podía, mientras el símbolo de Europa, con flecos de tela en los bordes, lanzaba su mensaje de europeidad, a pesar de no haber pasado el corte de 2016.
Con tantos cortes en la tela, la bandera sí que tendrá que ser reemplazada pronto, o se convertirá en una reedición de la anterior, cuando se enganchó en otro enhiesto mobiliario urbano y exhibía unos navajazos que ni hechos por Freddy Krüger.