Hace no muchas décadas, hacerse una fotografía era algo solemne. Quienes posaban sabían que tendrían pocas ocasiones como esa para pasar a la posteridad, inmortalizados en el estudio de un fotógrafo o en un rincón de la casa; sosteniendo un libro o un abanico; acompañados por los hijos o en la foto oficial de la boda o la Primera Comunión.
En la actualidad, cada minuto de nuestras vidas puede ser fotografiado por móviles o cámaras y los niños de hoy tendrán en el futuro cientos de fotos y vídeos de su infancia, casi de cada mes de vida.
Hoy contaremos dos historias reales sobre fotografías antiguas de nuestra ciudad, de esas que se hacían sólo en las ocasiones especiales.
El primer caso le sucedió a una señora, ya mayor, de una conocida familia de Málaga. Conservaba ella una foto de su boda, que tuvo lugar en los años 40 y un buen día, quizás por una mudanza o un despiste, esa foto desapareció y durante muchos años y no se volvió a saber nada de ella.
Pero hace bien poco, nuestra protagonista, que vivía en un piso en Málaga, bajó a la calle y al pasar por una tienda de fotografía, situada en su mismo bloque, pudo ver con asombro cómo en el escaparate se mostraba la foto de su boda.
En concreto, la fotografía había servido para adornar un marco que estaba puesto a la venta. Ante este sorprendente descubrimiento la señora entró en la tienda y tuvo que comprar el marco para hacerse con su perdida fotografía de boda.
Todavía hoy se pregunta por cuántas tiendas y rastros ha tenido que pasar esta instantánea para volver, al cabo de tantos años, de nuevo a sus manos.
La segunda historia la protagonizó de forma indirecta el firmante. Hace un par de meses, en una página de internet para coleccionistas encontró que se subastaba el álbum de «una familia residente en Málaga», así que pujó por el objeto y de hecho, se convirtió en el único interesado, de ahí que lo consiguiera por un precio similar a dos menús baratos de almuerzo.
El álbum correspondía a una familia fusilada casi al completo durante la Guerra Civil y que durante casi medio siglo, desde la década de 1880 hast la contienda, fue uno de los puntales de la economía malagueña.
En el álbum aparecen sus protagonistas en regatas, paseos a caballo por el norte de España y fotos hechas, probablemente, en El Limonar. Gracias a los secretos que conserva el Archivo Díaz de Escovar, un servidor ha podido averiguar la identidad de casi la totalidad de los inmortalizados, que tuvieron que soportar una trágica historia de atentados anarquistas a comienzos de siglo y con la llegada de la República robos e incendios a sus negocios y finalmente, el asesinato. Así que esta joya perdida irá en breve al Díaz de Escovar, pues un archivo de Málaga es el mejor sitio donde puede estar.
La foto de boda que regresó, quizás después de viajar más que el baúl de la Piquer, y el álbum de una importante familia de Málaga. Las fotografías no se las lleva el viento.