La escena se ha convertido ya en un clásico en Málaga: un guía conduce a un nutrido grupo de turistas por la calle Granada y al parar ante la iglesia de Santiago en la que se bautizó Pablo Ruiz Picasso, pide disculpas al respetable por el mal estado de los alrededores. Manda narices que un guía tenga que excusarse por el estado en que se encuentra su ciudad.
El motivo central de la disculpa es la cascada fachada del palacio de los Gálvez, una especie de buque fantasma envuelto en una gasa negra, metáfora de un patrimonio que por el momento se encuentra de luto.
El pasado mes de mayo empezaron a cambiar las cosas, pero sólo un poco: la empresa propietaria del edificio, reducido a mera fachada, retiró la grúa inutilizable que tan mala impresión causaba pero no ha hecho nada más por mejorar este decadente escenario.
Un escenario, por cierto, que no es ninguna tontería, pues se trata del camino que une la Casa Natal de Picasso con su Museo o lo que es lo mismo: cualquier persona que visite Málaga tiene que toparse con este cascajo de telas negras y aspecto de haber sido bombardeado con saña.
Muy mala suerte tuvo desde luego la obra de restauración de este palacio de finales del XVIII que atribuyen a José Martín de Aldehuela: se hundió una zona del edificio en mal estado y como medida preventiva hubo que demoler otras partes, quedando al final la fachada, que está sujeta por la parte posterior por un mar de vigas.
Admitido este mal fario, lo que no tiene justificación es cómo permite el Ayuntamiento que este edificio luzca de esta manera durante meses y años.
Algo así parecía haber entendido la empresa propietaria, que el pasado mes de mayo aseguró a este firmante que pondría una lona mucho más estética para cubrir el edificio, mientras se dilucida si se convertirá en hotel de cinco estrellas, pues aparecieron unos restos arqueológicos en un sitio estratégico para el funcionamiento de la prometida instalación.
Han pasado cinco meses y ni encargando la lona en Tayikistán (ex república soviética del Asia Central) se tardaría tanto. Si a la promoción turística de Málaga le faltan muchos pequeños detalles, aquí hay uno de un tamaño considerable que se podría subsanar si el Ayuntamiento convenciera u obligara a la empresa propietaria (depende de sus posibilidades legales) a colocar la dichosa lona y tapar este espectáculo tan cutre y decadente.
El objetivo es muy pequeño pero sin embargo muy importante para la imagen de la ciudad: hay que evitar que los guías turísticos se vean obligados, por vergüenza torera, a pedir disculpas por cómo está el patio.
Trifulca en el autobús
El miércoles por la mañana, en la línea 11, una joven acusó a un usuario de estar haciendo insinuaciones de mal gusto a unas jóvenes extranjeras. Lo que siguió fue una trifulca de insultos que obligó a parte del pasaje a huir del supuesto insinuador pero también de la defensora de las jóvenes, que fue subiendo la intensidad de gritos e insultos. Una señora huida del escenario de la pelea verbal consiguió que el conductor llamara a la Policía Local, que subió en calle Larios y bajó con el causante del bochinche.
Hay algo que no entiendo de su artículo señor Alfonso, dice usted que se hundió una zona del edificio en mal estado y, lo califica usted de mal fario (si no he entendido mal). Y, ¿Cómo se dejó que el estado del edificio (o parte de él) llegara al extremo de ser malo (es un edificio sin importancia)? ¿Por qué no se ha encargado la Administración Pública de que el edificio estuviera siempre en perfecto estado de revista? ¿Dejadez? ¿Desdén? ¿Incompetencia?…
Un saludo