Una experiencia igual de sufrida que una expedición por el antiguo Congo Belga (de quien Vargas Llosa pronto narrará sus horrores) es toda incursión por la calle Tomás de Cózar.
El pasado verano, el autor de esta crónica se paseó por ella y al contrario que Proust, recibió toda una suerte de efluvios muy poco evocadores, como no sean los de evacuaciones súbitas, con perdón.
En efecto, el aire olía a rancio y a algo peor. Las pocas casas que quedan en pie en esta calle en la que se ha actuado tan tarde, transmiten una imagen de despedida final. No extraña por tanto que nuestro preclaro Consistorio haya anunciado hace unos días que un nuevo edificio de Tomás de Cózar se transformará en escombros, a pesar de que tenía protección arquitectónica.
Traten de imaginar una ciudad europea importante y sobre todo seria que permita que una calle de su Centro Histórico, con edificios del siglo XVIII, se vaya cayendo por entregas durante años mientras los propietarios se van de rositas. Si usted se ha extrañado de que Málaga no ha pasado el famoso corte de la candidatura a capital cultural de Europa, aquí puede encontrar una parte de la respuesta, pues permitir esta destrucción a largo plazo es algo propio de ciudades montaraces.
Y volvemos al meollo de la cuestión: aparte de recaudar dinero de la construcción, promover suelo y favorecer operaciones tan paletas, engañosas y sonrojantes como ese segundo Málaga Palacio que nos levantarán junto al Guadalmedina, ¿a qué se dedica el Ayuntamiento?
En principio, debería vigilar que calles de hace 300 años, en plena zona turística, no se vinieran abajo. Tiempo desde luego han tenido porque el deterioro de Tomás de Cózar dura sus buenos 20 años. Cierto que las casas que se caen son privadas, pero para eso está la Gerencia de Urbanismo, para obligar a los propietarios a que no se desentiendan de sus viviendas y las dejen caerse.
La situación actual es de lo más tragicómica. El suelo roto y sucio de la calle ha sido sustituido por un pavimento impecable, pero el resto de la calle sólo es un decorado maltrecho que irá desplomándose en los próximos años, tenga o no protección.
Como las urgencias protectoras de nuestro Consistorio son tan evidentes, dentro de unos cinco años podremos tener una calle Tomás de Cózar convertida en un gran solar, a la espera de edificios de nueva planta.
Al fin y al cabo, lo que mueve esta ciudad tan culta es el dinero rápido, con la inestimable ayuda de la desgana por la protección patrimonial. Estos son nuestros poderes.
El escudo
Si la ocasión lo depara, fíjense en el escudo que lucen los integrantes del equipo de fútbol de La Mosca. La enseña está dividida en dos, en la parte superior aparece el viaducto que pasa por este barrio vecino del arroyo Jaboneros. Pero lo más curioso es la parte inferior:?una mosca vestida con toda la equipación y el balón reglamentario. La estrella del equipo.
No quiero parecer ‘un pelota’, ni quiero debilitarle con mis alabanzas señor Alfonso, pero creo que las vacaciones le han venido a usted de maravilla, estos últimos artículos son perfectos (o tan perfectos como los demás, no vaya a ser que me esté traicionando la susceptibilidad coyuntural, o circunstancial). Un cordial saludo, y gracias.