Nunca debe uno alegrarse de las desgracias ajenas, pero en algunos casos, resulta humanamente imposible no sentir cierto gozo o al menos un alivio grande, como quien se libra de una piedra en el riñón.
Esto fue lo que experimentó un servidor cuando el pasado mes de septiembre, mientras estaba de vacaciones, escuchó que habían mangado la tribuna de Semana Santa, la que todos los años jalona con su incomparable donaire y estilo armonioso (minimalista), la plaza de la Constitución.
Dieciseis toneladas pesaba gran parte del bicho y sin embargo, tres presuntos mangantes extrajeron tan preciado tesoro, y eso que estaba a las puertas de ser declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
Desde la desaparición de la Estatua de la Libertad por el mago David Copperfield no se había visto gesta igual. Mas en Málaga ya se sabe que cualquier objeto depositado al aire libre es susceptible de ser robado o deformado en cuestión de segundos. Ni siquiera se libró de esta maldición el almacén municipal de los Servicios Operativos, donde descansaba esta obra de ingeniería sin parangón.
En cuanto se conoció la noticia del mangamiento, en algunas redes sociales se lanzaron turbias indirectas sobre si el autor de esta página había ordenado la operación, tal era su inquina contra el engendro.
Un servidor está convencido de que la sustitución de la tribuna actual por otra menos ostentórea acabaría con la merdellonización del territorio, y estamos hablando de un radio de estética de nuevo rico que afecta a la plaza de la Constitución y la calle Larios nada menos. Ahora bien, de ahí a ser el cerebro de esta surrealista operación hay un majao. El respeto a la ley, lo primero.
Es más, a los pocos días de tan absurda noticia, la Policía Local detuvo a los presuntos autores y uno se alegró mucho, pero también sintió cómo renacía la esperanza al comprobar que la tribuna actual no podrá volver a levantarse porque estaba más estropeada que el que se perdió en la isla.
Y no es crueldad malsana, lo de renacer la esperanza no es ninguna ironía. La Agrupación de Cofradías puede hacer de la necesidad virtud y aprovechar este guiño del destino para encargar una tribuna que no parezca el Fondo Norte de La Rosaleda.
En sus manos está la oportunidad de no dejar durante un mes esta cosa tan horrible en mitad de la plaza de la Constitución y volver a la contención estética de siempre. Con verdadera emoción aguarda este firmante la próxima Semana Santa para ver si los cofrades han aprovechado esta oportunidad histórica de abandonar la arquitectura efímera merdellona y regresar al buen camino de la moderación y el respeto por el entorno.
El robo ha sido deplorable y el destrozo una auténtica faena pero como Dios aprieta pero no ahoga, estamos ante un regalo del destino en forma de dilema:?o encargan un nuevo mecano «merde» o las cofradías se marcan un tanto revalorizando una tribuna y una plaza de la Constitución que merecen algo más que una gran falla de hierro.