Un paseo por la posguerra del Siglo de Oro

3 Sep

En las novelas de Balzac, el escritor francés, suelen abundar las descripciones de casas y estancias. En una época en la que no existían la televisión ni el cine, el autor se detenía a describir por ejemplo, durante un par de páginas, todo lo que contenían los aparadores de un salón, para que el lector no perdiera comba y la casa se presentara ante sus ojos de lo más real.

Nada de este amor por el detalle encontramos en la reformada calle Tomás de Cózar, cuyos habitantes, hace más de siglo y medio, es muy probable que leyeran tan detenidas descripciones del escritor francés aunque no llegó a leerlas Tomás de Cózar, el notario del XVII que fue el recordado vecino de esta calle.

Tampoco se puede innovar mucho en una calle estrecha, recuerdo urbanístico de siglos pasados. Por parte de los fondos FEDER ya es bastante una solería uniforme que se abre paso por un escenario que parece de la posguerra, pero de la del Siglo de Oro. Ayer, el autor de estas líneas siguió a una pareja de turistas británicos por este paraje inhóspito con escasos signos de vida, como no sea un cartelito en la pared en el que hay pintado lo que comúnmente se denomina «un mojón» y en el que se pide a la concurrencia que no «obre» a la puerta de la casa.

El resto del pasaje son balcones y ventanas abiertas en las que asoman vigas desmoronadas, escombros y olor a decadencia, por no mentar algo ya mentado y que se pega al zapato.

La pareja inglesa confirmaba que todo estaba derruido, mientras hacía fotos con expresión de innegable atracción. Salvo por los bombardeos de Londres, el turista inglés no conserva en la retina o en la tradición oral recuerdos de «calles despeñadas» como esta.

Los pueblos ingleses visitados en 1980 suelen seguir idénticos en 2010, de ahí que el amor de Málaga por la dejadez y la demolición les llamen mucho la atención a los británicos, que identifican esta práctica con cierto primitivisto de algunos pueblos mediterráneos.

Lo único que se salva de este panorama es El hamman, los heroicos baños árabes de la calle, un edifico maravilloso con dibujos geométricos del siglo XVIII que ya ha sufrido el acoso de los arborícolas grafiteros.

Por ahora, y a pesar de la meritoria reforma con dinero de la Unión Europea, en esta calle no hay detalles minuciosos en los que detenerse sino líneas gruesas y mayormente torcidas. Algún siglo habrá que enderezarlas.

Nombres

Cuenta el historiador Victor M. Heredia en su interesante libro La mirada recuperada, que durante muchos años los Jardines de Pedro Luis Alonso fueron conocidos como los de María Manín, porque los alcorques de los naranjos recordaban a los roscos que vendía la pastelería de este nombre.

De la capacidad de inventiva popular da también buena cuenta el apodo que recibió un insigne malagueño, de conocida y numerosa familia, que por sus formas paticortas y escuetas fue apodado El croquetita (ignoramos si de pollo o jamón).

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.