De la renovación de los cantos tribales de Feria

18 Ago

Sostienen los entendidos en Feriología e Historia de la Feria de Málaga, que la Feria del Centro está quedándose reducida, por cada edición que pasa, a un número cada vez más pequeño de casetas y feriantes, mientras que gana enteros la estética beoda de los sanfermines y las despedidas de soltero.

Las diferencias entre Feria y Fiesta se diluyen pero con este proceso imparable también se enriquece otra expresión señera de la fiesta céntrica: los cantos tribales. Antes, hace cosa de una década, la mayoría de los cánticos eran prorrumpidos por adolescentes descamisados con el aspecto de haber participado en el rodaje de Celda 211.

Los cantos colectivos tenían lugar a esa precisa hora del día en la se gestaba el «recalentamiento» del grupo o «recociúra», fruto de la ingestión en masa de cartojales y la incidencia dañina del «soletón» de agosto.

El resultado solía ser la entonación de cánticos en círculo, acompañada de botes rítmicos, siguiendo una vieja tradición que entroncaba con las tribus africanas. Pero como en Málaga nadie estaba en guerra contra los batusis, nuestros particulares hutus de feria increpaban a la pérfida ciudad de la Giralda, cuya mera existencia era la causa de que Málaga no fuera ya la capital mundial del Mediterráneo (del uno al otro confín).

En este paso de la adolescencia a la «decrepitud etílica», los sudores de estos exhibidores del sobaco eran una prueba más de hombría, en su particular código de honor botellonero.

Pero los cánticos localistas, de tan archirrepetidos, han ido perdiendo fuelle en la Feria del Centro. Se imponen otras modas, como el «camarero, una de mero», y a continuación se canta la tonadilla de los sanfermines, prueba de que dentro de unos veranos sólo nos faltarán los toros por calle Larios y el chupinazo, para emular a Pamplona. En este sentido, obsérvense los pañolitos de Málaga 2016 que ya lucen en el cuello estos días nuestro alcalde y sus concejales.

Este verano, sin embargo, la insólita victoria de la selección española en el Mundial ha renovado las ansias patrioteras, de ahí que también tengamos dos numeritos de autoafirmación futbolera. En primer lugar, el cántico «Yo soy español», que paradójicamente pone letra a una inmortal tonadilla rusa y para terminar, el numerito de los espartanos de pega de la película 300, que culmina con un recital de aullidos en grupo.

Díganme si los cánticos tribales no están siendo renovados en la Feria del Centro Histórico. Y aúpa San Fermín.

Maquillajes

Con muy buena lógica, el Colegio de Arquitectos advirtió esta semana de que no debe repetirse con el Astoria la operación de camuflaje del otro lado de la plaza de la Merced. Como muchos sabrán, después de 30 años sin rehabilitar, en los años 60 la diócesis permitió que tiraran la incendiada iglesia de la Merced. En su lugar se levantó un edificio horroroso, que hace cosa de una década fue «maquillado»?a tono con la plaza. Bueno es advertir contra nuevas tropelías made in Málaga.

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