La primera operación urbanística de Málaga tras la conquista de la ciudad por los Reyes Católicos fue abrir una calle por un laberinto de callejuelas, para comunicar la entonces Plaza Mayor con Puerta del Mar.
Esta apuesta por el comercio marítimo tuvo un primer empujón muy propio de estas tierras: los responsables municipales comenzaron a derribar casas a lo loco, cargándose más de lo que debían. Ante este caos tan malagueño, el corregidor tuvo una idea que en otros lares habría llegado con meses de antelación: colocar dos grandes postes unidos por una cuerda, a cada extremo de la futura calle, para marcar las alineaciones de las viviendas.
Quién sabe si uno de estos palitroques no permaneció hincado en la tierra desde entonces. Esa es al menos la impresión que tenían muchos malagueños cuando se topaban, al caminar por la calle Nueva, con un poste posiblemente del teléfono, con la misma inclinación que la torre de Pisa. Se encontraba hasta hace muy pocos meses haciendo esquina con la calle Cintería, llamada así porque hace 400 años, esta callejuela estaba especializada en venta de cintas.
Ignoramos si algún experto se ha tomado la molestia de hacerle la prueba del carbono 14, pero el poste puede que conservara en sus adentros la memoria de esta primera irrupción urbanística tras la Reconquista. En todo caso, tenía más años que una «bandá» de loros, pues los malagueños más ancianos lo recordaban retando en el mismo sitio todas las novedades tecnológicas.
Milagrosamente, algún responsable de la compañía perpetradora del poste o incluso algún político con sentimiento de culpa ha decidido jubilarlo y el poste ya no se encuentra entre nosotros.
En su lugar, si uno mira al cielo justo en ese cruce verá que la maraña de cables bien gordos continúa, aunque suspendida en el aire por otro cable. Confiemos en que esta solución sólo sea temporal, porque la carga antiestética sigue haciendo guardia.
Y quién sabe, lo mismo un día nos encontramos este poste «centenario» en una sala del Museo Arqueológico. Méritos ha hecho para ello.
Capilla de los vientos
No vamos a dejar las inmediaciones de Puerta del Mar porque del Siglo de Oro nos llega una historia curiosísima, que habría quedado magnífica en las comedias italianas de los años 50.
Al parecer, existía junto a las murallas árabes y la Puerta del?Mar una capilla, a la altura de la calle Herrería del Rey, en la que se celebraba misa a diario, a la que asistían sobre todo panaderos y marineros. Pero un canónigo de la Catedral terminó prohibiendo la celebración de la misa, porque en una de estas ocasiones, coincidiendo con vientos racheados que venían de la playa, el sacerdote alzó la Sagrada Forma y en ese momento, el viento se la arrebató y la hostia salió por los aires.
Para que no se repitiera lo que en esa época se consideraba casi un «sacrilegio climático», la capilla perdió su principal actividad. Fueron los riesgos «del directo».