Ya lo hemos hablado algunas veces en esta sección: Málaga es una ciudad «real» con una dimensión surrealista en la que el aborigen o el turista puede entrar en cualquier momento, sin necesidad de ser Alicia en el País de las Maravillas.
Pero un poco como Lewis Carroll (o como Gene Hackman, según se mire) sí que se sintió un joven jiennense el pasado domingo, cuando en la parada del hotel Málaga Palacio se subió a un taxi para que le llevara a El Cónsul. El conductor, tras consultar con el cliente, condujo el coche por la autovía, y allí se produjo un lance peliculero que entra dentro del «realismo mágico» malagueño.
Al parecer, un camión de alimentos se puso a la altura del taxi e invadió su vía. El taxista, indignado con la maniobra, pasó a su lado veloz mientras sacaba la mano por la ventanilla y haciéndole la peseta le espetó «¡Esto pa ti!, ¡tomaaaa!».
La exhibición de testosterona, de recochineo celtibérico todavía tan al uso en las carreteras españolas, no hizo sino prolongar la contienda, porque cuando el obnubilado cliente llegaba ya a su lugar de destino y se disponía a bajarse, el taxista con voz temblona le dijo: «Lo siento, no se puede bajar, ese camión me está siguiendo y me va a buscar la ruina, que este viene calentito».
Prometiéndole, eso sí, que a partir de ese momento no le cobraría, literalmente, «la carrera», comenzó una majarona persecución por las calles de El Cónsul, como una recreación de El diablo sobre ruedas o French Connection (de ahí lo de Gene Hackman), sólo que en ningún momento asomó la épica.
El taxista estaba ciertamente acongojado, mientras el cliente, viendo cómo el coche doblaba y enfilaba las calles a cien por hora, se vio criando malvas por un acceso de «orgullo machito» del camionero y la imprudencia del taxista.
Al final, el taxi pudo despistar al «receptor de la peseta» y mientras todavía en marcha el cliente le soltaba con temblor de manos el billete, dejó a nuestro jiennense en una esquina del barrio de El Cónsul al grito de «¡Corra, bájese!» y a continuación huyó escopetado.
Ignoramos cómo terminó esta persecución chunga, pero tomen nota los guionistas de Torrente IV ó V para incluir esta escena verídica malagueña en lo más apoteósico del film. Y ocurrió en nuestra ciudad. (The End).
A destiempo
Como las publicaciones no pueden seguir siempre el ritmo irracional de las declaraciones políticas, el Puerto de Málaga anuncia en su revista de julio el «espacio cultural de calidad» que supondrá para nuestra ciudad «una oferta cultural multidisciplinar», sea lo que sea esta obviedad y que se levantará, como un solemne mamotreto, entre el muelle 1 y el 2.
Después de la respuesta ciudadana (masiva e indignada), los políticos han reculado y el edificio «multidisciplinar» ya no tendrá (en principio) esas dimensiones, aunque todos estamos seguros de que podrá ofrecer todas las disciplinas que le vengan en gana. ?De corregirse, el resultado urbanístico sería además mucho más disciplinado.
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