Igual que existe una minoría que cada cuatro años hace examen de conciencia y no tiene por qué votar al mismo partido que en las elecciones pasadas, una minoría de españoles sólo disfruta del fútbol con la Eurocopa y los Mundiales.
Un servidor pertenece a estas dos exiguas minorías, por eso el miércoles disfrutó de lo lindo y fue testigo de una ciudad en fiestas.
Tras el pitido final (el pulpo acertó), una marea de malagueños enfundados en banderas invadió el Centro Histórico. Cumpliendo un extraño ritual, un joven con la misma escasez capilar que Pepe Reina se sumergía (a duras penas) en la fuente de la plaza de Uncibay. «Cada vez que gana me baño», informaba a su audiencia. Eso es no tener miedo ni al ridículo ni a los hongos.
En la plaza del Carbón un edificio exhibía las banderas de España y Alemania. Se le ocurrió asomarse a un hincha germano, sujetando su bandera, cuando un comando de mamíferos semi desnudos comenzó a jalear y a insultarle gravemente (es uno de esos momentos en los que muchos malagueños ponemos en duda la romanización del territorio).
Pero los memos fueron una minoría, el resto del personal se limitaba a expresar una alegría que no nos sacará de pobres ni proporcionará empleo, pero sí que libera y une, que no es poco. Hasta una niña de corta edad, chupete en ristre y de la mano de su padre, paseaba con una banderita española, ignorante, probablemente, del resultado, pero encantada de trasnochar.
Ahí estaban un grupo de rumanos en la calle Larios, tocando Que viva España y recibiendo una lluvia de euros. A la altura de la farmacia Caffarena pasó un autobús vacío de la EMT y una masa enfervorizada, con ganas de cachondeo, se agolpó en torno al «coche» a grito pelado como si albergara a Del Bosque y sus muchachos.
Incluso en el parking de la Marina, semidesierto, un coche solitario animaba el subsuelo a base de pitidos, y ya en la superficie, en la calle Juan de Austria, jóvenes aficionados de la selección española cortaban la calle para demostrar que, esa noche, el fútbol estaba antes que el tráfico, sobre todo sin policías a la vista.
De todas las imágenes de la noche, servidor se queda con una imagen patriótica-surrealista que simboliza muy bien cómo es Málaga: Dos jóvenes en una moto (ella sin casco), y en medio un perro con la camiseta de la selección española. Los sustos que proporcionaron los moteros con bandera fueron incontables.
Que ustedes disfruten del momento. Pase lo que pase este domingo, que nos quiten lo «bailao». La alegría en el cuerpo ya la tenemos.
Misterio
Hallazgo misterioso, probable olvido dominguero: un erizo de playa abandonado a su suerte en un hábitat tan poco propicio para él (y para cualquiera) como la parte peatonal del túnel de la Alcazaba. Habrá que mirar al suelo, aparte de cacas perrunas nos podemos encontrar con una sorpresa «punzante».