Predecir el futuro es un ejercicio que debería quedar en manos de Rappel o algún otro coleccionista de cortinas.
Otra cosa es aventurar qué cosas llamarán la atención a los malagueños que, dentro de cien años, se asomen gracias a postales, vídeos en ‘4D’ y fotografías a esta Málaga actual que aspira a ser capital cultural de Europa, aunque sólo sea por un año y mediante concurso oposición.
Si atendemos al comportamiento tipo de un malagueño de nuestros días que observa la Málaga de comienzos del XX, suele llamarle la atención, además de una disposición de la ciudad distinta, los detalles más ‘primitivos’, por pintorescos, de esa Málaga del pasado.
Utilizando la misma fórmula y tratando de ser objetivos, al malagueño del siglo XXII le llamará muchísimo la atención la pervivencia de los postes de madera por las calles, casi ‘restos’ del Siglo de Oro, así como ese prehistórico cableado que atraviesa todo edificio digno de admiración y que teje sus tupidas lianas por casi toda Málaga.
No podemos olvidar la ingente cantidad de sedes oficiales y edificios públicos malagueños, diseñados por arquitectos de moda en estos comienzos de nuestro ‘atrasado’ siglo XXI, pensados como ‘ecológicos’ y acristalados recipientes gigantes de aire acondicionado.
Perplejidad causará en nuestros parientes del futuro el examen de fotos de La Trinidad en el año 1910 y la constatación de que, un siglo más tarde, el barrio sigue igual sólo que un poco más desgarbado, gracias al enjambre de solares, casi tantos como lagos hay en Finlandia.
Mirarán con cierto paternalismo esa ciudad en la que todavía impone su ley el contaminante coche de gasolina y la pequeña red de carriles bici que, con gran esfuerzo, se abre paso.
Además, es muy posible que dividan la Málaga que se desarrolla hasta el año 2000 entre el centro histórico y la expansión del siglo XX, a su juicio, probablemente, caótica y tercermundista y se asombrarán de cómo se arracimaban los edificios en la Carretera de Cádiz, la Cruz del Humilladero y la Malagueta, en una disposición más cercana a las poblaciones de la Edad Media que a la modernidad que, en teoría, se le exigía al urbanismo de la época. Complicado examen el de intuir lo que pensarán nuestros ‘futuribles’. Da hasta apuro.
Apaños exóticos
Enfrente del Hospital Civil un restaurante chino ha colgado farolillos rojos, obviamente chinos, delante de una placita con parking. Los farolillos, colocados para hacer más visible el establecimiento, le dan más color y exotismo a la placita. Falta le hacía.
La granja
Ayer comentábamos la foto aérea de Granja de Suárez de finales de los 60. Otro dato curioso es que los más viejos del lugar todavía recuerdan, recién terminada la Guerra Civil, los restos de la famosa granja que dio nombre al barrio.