Un vecino de Bonaire y La Luz, en la Carretera de Cádiz, harto de los ruidos que ‘expele’ la moto de un mamífero, que ‘circuita’ por las calles de los dos barrios a la velocidad del rayo (el mismo rayo que algunos vecinos desean que ‘le parta’) ha remitido a varios medios de comunicación la matrícula del infractor, con la esperanza de que el “cohete humano”?cese en sus incursiones tierra-aire.
El gachó en cuestión se las tiene que gastar en la creencia de que, en una vida anterior, fue un contrincante de Ángel Nieto o quién sabe si un misil soviético de la Guerra Fría. El vecino protestante recalca además los decibelios del aparato infractor, suficientes para dejar la cabalgata de las walkirias a los pies (de sus caballos).
En Málaga, tierra en la que proliferan todo tipo de ‘iniciaciones tribales’, el paso de la infancia a la adolescencia ‘pasa’ inevitablemente por la moto para muchos jóvenes malagueños, más interesados en fardar con el artefacto que en desplazarse con él.
Tener una moto ‘cañera’ siempre se ha considerado por los aborígenes adolescentes como el primer paso en las ‘pruebas de valor’ que tendrán que ejecutar para ser aceptados por el círculo de la tribu. El siguiente paso consiste en ejecutar ‘el caballito’ por las calles del barrio, bien concurridas y preferentemente peatonales y continuación llega la ‘prueba de fuego’:?derrapar en círculo durante el máximo de minutos posibles.
Esta pérdida de tiempo, que para muchos mortales es una auténtica memez, se considera un importante gesto de autoafirmación. Más importante que ‘crecer como persona’, se valora ante todo ‘crecer como motorista’. De ahí pasamos a la fase personal ‘más madura’ de ‘hombre bala’, que requiere contar con una moto mucho más potente, que deje atrás el ‘cacharro’ y dé la bienvenida a la ‘máquina’. Así, zumbando en el bólido y haciéndose el sueco ante los límites de velocidad (y las reglas de urbanidad) el ‘motorista zumbrado’ ingresa en el Olimpo de los elegidos.
El ruido infernal y el peligro serio para los peatones y conductores importan poco en la mentalidad ‘minimalista’ de nuestro aborigen malagueño. Ese motorista de La Luz y Bonaire que da días de gloria a sus vecinos, si pudiera, nos haría la peseta mientras zumba con la moto. Pero el ojo humano, sería incapaz de captar este gesto mononeuronal de desprecio a la sociedad. De algo nos teníamos que librar. En todo caso, tomamos nota de la matrícula por si se repiten los vuelos rasantes.
Ayer, por cierto, se celebró el Día Internacional de Concienciación contra el Ruido. Viva la tranquilidad.
Pernoctaciones
Los cerros que rodean la barriada de Carlinda estaban ayer con un ‘cien por cien’ de ocupación. O lo que es lo mismo, con tanta lluvia pasada no cabía ni una flor más.