De como convertir en anónima una infraestructura del XVIII

21 Abr

Comentábamos la semana pasada la desgana y la pachorra que sienten muchos políticos malagueños cada vez que tienen que enfrentarse a la protección de un trozo de chimenea, una vieja fábrica o un maquinaria industrial de Málaga.

Se trata de algo que va más allá de su entendimiento, como la pintura de Picasso, de la que algunos de ellos no sueltan piropos, precisamente, en privado. Aunque de puertas para afuera parezcan rebosantes de palabras grandilocuentes y kilométricas, prestos a defender el patrimonio industrial con más eficacia que el capitán América, a la hora de la verdad es facilísimo pillarles ‘en un renuncio’.

Ya lo hemos contado aquí en más de una ocasión: está costando sangre, sudor y lágrimas que la clase política malagueña aprenda a apreciar los restos del pasado industrial de Málaga. Con la lentitud de aprendizaje de unos profesionales, en general desganados (al menos en lo que respecta a estos menesteres), no es de extrañar que el rescate y traslado de un trozo de acueducto de San Telmo haya concluido con una ‘puesta en valor’ (perdón por el ‘palabro’) que ni en Corea del Norte habría quedado tan ‘light’.

Para poner al lector en situación, debe situarse justo detrás del Lidl de la zona de Fuente Olletas, junto a la avenida de Manuel Gorría. Allí se encuentra un terreno acotado por una especie de bordillo de acera y chinos blancos, y verá un trozo del canal del acueducto de San Telmo, con la acequia para el traslado del agua para el riego y los molinos, y debajo la tubería de agua potable para el consumo humano.

Este resto de infraestructura del siglo XVIII viene acompañado por una bonita alcubilla, que ha quedado muy bonita después de un buen arreglo. Esta alcubilla o distribuidor, cuenta Javier Aguilar, uno de los máximos expertos de la historia del acueducto, proporcionaba agua a la extinta fuente del Maimón, conocida por los vecinos más antiguos. Como señala, la alcubilla fue trasladada a su emplazamiento actual por las obras de una carretera.

Pero lo triste es que, al menos hasta la fecha, ningún asomo de información puede encontrarse si uno se acerca a estos restos. Ni placa, ni cartelito, como el que sí se encuentra en la alcubilla mayor, la que contiene una imagen de la Divina Pastora, al final de calle Refino.

Tenemos unos restos importantes para la historia de Málaga, rodeados por un mar de chinos en los que ya se aprecian las cagadas de los perros. Ahí queda la operación de ‘puesta en valor’ que, si nadie le pone remedio, no es otra cosa que una inmersión en el anonimato. La única evidencia empírica:?las cacas.

Más cacas

Hace unos días, un vecino nacido fuera de Málaga reprochó a una señora el que no recogiera el montículo de su perro en la calle Pacífico. La insólita respuesta de la aborigen fue:?“¡Usted que es de Madrid me va a decir lo que tengo que hacer!”. Por cierto, el hombre no era de Madrid.

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