En noviembre del año pasado esta sección comentó que ningún Suárez se escondía tras el famoso Camino de Suárez y su respectiva granja. El origen del nombre viene de la mano de Juan Carlos Swerts Guerrero, que ocupó esta zona de Málaga en siglo XVII. El apellido Swerts, de origen belga, es tan raro, que los malagueños del XIX lo convirtieron en ‘Suárez’.
Esta cuesta pronunciada que llegaba hasta la finca ha tenido tantas transformaciones que en nuestras días, casi en su totalidad ha sido sustituida por una arquitectura autóctona en sus horas más bajas, cuando los pisos se hacían como tejeringos.
Pero todavía quedan modestos restos que nos hablan de un pasado de casas matas, algunas de ellas de un aspecto magnífico que nada tienen que envidiar a las pocas casas supervivientes del Camino de Antequera, destrozadas muchas de ellas por una planificación urbanística cercana a Orzowei.
En concreto el número 16 del Camino de Suárez es una de estas casas residenciales que, faltaría más, no se encuentra en el catálogo de edificios protegidos del Ayuntamiento.
Se trata de una vivienda de dos plantas de aires de comienzos del siglo XX con uno de los cierros más bonitos de la ciudad, ‘incorporado’ a la fachada, blanca y amarilla clara
Tiene delante un jardín precioso pero al mismo tiempo ‘discreto’, copresidido por una jacaranda y un limonero.
Cuenta con ventanas con los postigos verde y una discreta balconada en la terraza, nada que ver con las ‘balconadas-helipuerto’ que abundan en la Costa del Sol.
Da la impresión de haber sido una casa de verano para esos malagueños que hace un siglo buscaban las ‘lejanas’ alturas de Málaga en busca de aire puro y tranquilidad. Y?parece que, de un momento a otro, van a salir los personajes de ‘Fresas salvajes’, la película de Bergman, sólo que si traspasan la verja se toparán con el trajín arquitectónico de una Málaga mal construida y planificada.
Completa este cuadro de ‘supervivientes’ una palmera de buen porte en mitad del Camino, que precisamente por su soledad y por estar ‘protegida’ por una muralla de edificios, todavía no ha sido merendada por el picudo rojo. Y?que sea por muchos años.
Todavía hay clases
En el polígono Guadalhorce, una tienda de máquinas para hostelería distingue entre tres clases de aparatos, según sea su estado, y así tenemos los aparatos ‘nuevos’, los ‘de ocasión’ y por último los ‘golpeados’.
Yacimientos
Y seguimos con las palmeras por que en el concurrido Pasaje de Eguiluz, en la Cruz del Humilladero, el paseante se topa de reprente con cinco palmeras washingtonias en perfecto estado que quizás adornaron el patio de alguna finca o industria. Un resto ‘arqueológico’ vegetal.