Los dos enfrentamientos del Unicaja la semana pasada trajeron la primera derrota del equipo de Ibon Navarro en la FIBA BCL desde el enfrentamiento contra el Peristeri en la fase inicial de la temporada pasada. Más allá de perder el dinero que cobran los equipos por triunfo en la segunda fase de la competición, por raro que parezca, hasta perder un encuentro tiene su parte positiva.
A pesar de no hacerlo bien, el Unicaja repitió guion al tener la posibilidad de llevarse el encuentro, pero el último tiro entró fuera de tiempo y no hubiera resultado justo. El encuentro de la antigua Constantinopla no mereció ganarlo el equipo malagueño, que repitió situaciones similares a otros encuentros que sí terminó llevándose.
Algo similar pudo verse el sábado frente a los vecinos del Covirán Granada, los cuales, pese a estar diezmados por las lesiones, y a pesar de tener objetivos dispares al Unicaja, cuajaron quizá uno de los mejores partidos de la temporada en los primeros 30 minutos. Pero no les resultó suficiente para poder cerrar el encuentro, por lo largo que se les hizo el partido. Hemos normalizado que el ritmo de los encuentros ha de ser alto, controlado al milímetro para que el equipo dé la sensación que aún puede rendir más minutos de los 40 de cada partido, pero lo que últimamente se está viendo es que le cuesta entrar más de lo habitual.
Al hilo de lo que declara el entrenador, tal vez sea esto parte del proceso que está viviéndose tras el pico de rendimiento vivido en la Copa del Rey, pero tanto el partido del Galatasaray como el del Granada tuvieron sensaciones similares en el arranque de ambos, con el equipo incómodo en la cancha.
Naturalmente, los contrarios hacen su trabajo y como pudo verse en el partido de competición europea, de lo último que van a probar los contrarios es correr más que el Unicaja, intentando por todos los medios que tampoco pueda hacerlo el equipo malagueño. No le quito la razón a Ibon Navarro, que decía en la rueda de prensa posterior al encuentro del sábado que los contrarios también juegan y hacen su trabajo, pero también tengo la sensación que el momento de rendimiento del equipo está en modo valle, cosa también lógica, tras haber pasado ya la fecha de uno de los objetivos de la temporada.
Esta noche, sin ser un partido determinante, es una ocasión de las importantes para el equipo, porque en un torneo tan corto y con un calendario tan descabezado, sólo ganar al Galatasaray le sirve al Unicaja para seguir avanzando camino del play off de la FIBA BCL. Nada será determinante, porque con el Manisa prácticamente fuera, los otros tres van a verse con opciones de play off durante toda esta segunda vuelta.
En todo este camino, ante el partido hoy número cuarenta de la temporada, ya se tiene bajo la lupa el rendimiento de Olek Balcerowski. En un grupo tan cohesionado, casi sin retoques un año tras otro, las otras dos novedades, Tyson Pérez y Killian Tillie van aportando, y sobre todo, paulatinamente se les ve avanzar en su rendimiento, aunque aún estén lejos de la perfección.
En el caso del jugador polaco, creo que tenemos un error de base. Ahora que cada uno, aparte de ser un entrenador en potencia, tiene ese púlpito llamado redes sociales para hacerse oír por todos los confines terrestres, nos vemos facultados para decir qué hacer con el jugador. De manera rápida se piensa: en el Gran Canaria era muy bueno, con valoraciones prácticamente en el doble de lo que hace ahora. De ahí, a formar parte del Panathinaikos campeón de liga en Grecia y de Euroliga, pero claro, esto no es tenis o boxeo, aquí formar parte del campeón griego le ha venido fatal en su carrera como jugador.
Teniendo en cuenta lo atrás en la rotación interior que estaba en Atenas, habiendo partidos en los que hasta Dinos Mitoglou jugaba en su posición, hay que considerar como involución en su juego, porque necesita minutos en cancha para disfrutar de su profesión y no autocastigarse mirando al banquillo cada vez que comete un error.
El entrenador habla del trabajo que se hace con él y de un problema detectado ya por los que tienen que encargarse del mismo. Eso sí, pretender que la cura sea milagrosa, de una mañana para otra, en un jugador que cumplió hace poco 24 años, creo que sería un grave error.
Con todo esto, no queda otra que tener paciencia. Da igual cuánto cobre, qué rol se había pensado que iba a tener de entrada en el equipo, e incluso qué rendimiento demandarle, es un activo del club al cual hay que mimar y conseguir que rinda. No deja de ser lo que se pretende y para lo que trabaja.