Es cierto que para los cajistas, tras la Copa del Rey, hemos tenido un tiempo de alegría para todos. Fiesta para muchos, descanso para los que lo necesitaban y reflexión para otros. Tiempo para todo y para todos, pero por encima de cualquier pensamiento, la época que vivimos en este Unicaja nuestro es de las mejores de su historia.
Porque este curso, si hay algo en liza, es para que lo gane el Unicaja. Es lo que ha ocurrido en cualquier competición que se haya resuelto en la temporada 2024/25, nacional o internacional, con importancia o ninguneada en su planteamiento inicial, de las que a veces se toman como salvavidas emocional y profesional por los «grandes»… Da igual la que sea: al final, la ha ganado el Unicaja.
Ya se le ha dado publicidad y notoriedad a dos grupos totalmente reconocibles y culpables unos del éxito de los otros y viceversa: de un lado la plantilla y de otro, los creadores o gestores del grupo que forman Ibon Navarro, Juanma Rodríguez y Antonio Jesús López Nieto.
Reconozco que la palabra gestión o gestores me produce cierta urticaria. No sé si es por la mala fama de la clase política en los últimos años o que los asalariados nos limitamos a administrar un sueldo más que a gestionarlo. Pero lo mejor es que los gestores del grupo se han dedicado a hacer lo suyo sin pisar el trabajo ajeno. Y lo digo, porque aquí hemos visto momentos en los que, dependiendo de la personalidad y de la prepotencia del personaje, no había problema alguno en ver a algún directivo reclamar el fichaje de fulanito. O veíamos cómo se dejaba la labor de ser representante o portavoz del club en las manos del entrenador de turno.
Al llegar el presidente López Nieto, entre su procedencia y el mal momento institucional que se vivía tanto en la entidad propietaria como en el patrocinador, cualquier presagio para con el equipo era oscuro.
No sólo era el aspecto deportivo, reflejándose en la cancha que el club era una auténtica viña sin amo. Es que como la norma era elegir a un empleado o a un consejero más o menos importante de la entidad para dirigir al club, tenía muchos síntomas de llevarlo a la nada más absoluta, porque en la irrelevancia ya llevaba un tiempo por deméritos propios.
No se trataba de hacer caso a esas fake news inventadas antes de que existieran y que vendieron algunos medios de una absorción de Unicaja por Caja San Fernando (busquen alguna sucursal de ésta), con el equipo de baloncesto trasladado a Sevilla. Se trataba de comulgar con la idea que un ex árbitro de fútbol no iba a ser el liquidador de un club nacido en 1977, cuyo pasado nos resultaba mucho más agradable que su presente, y que, con la novedad de ser el primer presidente profesional, iba a recuperar lo que sus antecesores habían dilapidado.
Al igual que me consta que el presidente llegó al cargo con parte de los medios de comunicación de Málaga en su contra, y con declaraciones altisonantes («a mí, lo que digan los políticos, me resbala»), el caso es que siempre ha sido muy claro en sus declaraciones y que el desarrollo de su trabajo está siendo más que satisfactorio. Poca crítica puede haber hacia el palco a día de hoy. Porque está claro que lo que nos importa es que el balón entre, pero nadie criticó a los antecesores en el cargo por no meter un tiro, y el actual presidente ha hecho muchas cosas y muy buenas: recuperó a una parte de la historia del club que había sido borrada intencionadamente por incómoda, abrió el despacho presidencial a cualquiera que quisiera hablar un rato con él, y restañó las heridas que desde dentro del mismo club se le habían producido a uno de los mejores activos del mismo: la afición.
¿Saben lo peor? Que hacer estas cosas bien es tremendamente barato y lo único que veo que se ha usado desde la presidencia es sentido común. No ha habido que hipotecar nada ni romper relaciones con nadie, sólo pensar con lógica, sin inquina y actuar.
¡Ojo, que el presidente cobra!, me dicen. Verán ustedes, llevo escribiendo en La Opinión de Málaga desde 2010, e incluso antes, conociendo el club. Yo pedía la figura de un director general profesional que se jugara el sueldo y el puesto y que sirviera de puente entre la parte deportiva y los propietarios, generando y buscando mayores recursos para asegurar la supervivencia y aumentar más la solidez de la sociedad. Eso sí, que no se metiera en temas deportivos y que los de esa parcela se mantuvieran en ella, sobre todo, sabiendo el nivel de los presidentes y consejeros que tenía y había tenido el club en su historia. Pues eso es López Nieto.
Hablando de niveles, recuerdo hace años que un directivo, ante la pregunta sobre si él era persona de baloncesto (sabía de sobra que no), me dijo: «no, pero llevo mucho tiempo en el consejo, por lo tanto, ya voy enterándome». Yo pensé que como yo llevaba 14 años trabajando frente a un mercado, lo mismo con el correr de los días terminaba distinguiendo un besugo de un rape…
Y es que me da igual que sea presidente, director general, líder supremo o encargao el título que tenga quien dirige el club, pero tengo claro que la figura y la labor que está haciendo López Nieto es lo que se ha buscado durante años.
El plan ahora parece que apunta al 2027 como fecha de caducidad, año en el que cumplirá 69 años y vencerán la gran mayoría de los contratos de la actual plantilla cajista. Lo cierto es que, a día de hoy, nadie puede pensar qué parte del trabajo está hecho y lo que viene no es el único salvavidas que queda por pillar, sino una oportunidad de dar mayor dimensión a un trabajo que está muy bien hecho.