Tras la tercera jornada en la Liga ACB y la segunda en FIBA BCL, sólo el Benfica puede hablar de lo que se siente al ganarle al Unicaja versión 2024/25. Que sí, que no voy a llevarle la contraria al entrenador y sé perfectamente que esto se arregla volando, que el sábado que viene el amigo Augusto Lima y sus compañeros hacen una faena mejor que ante el Real Madrid y cortan de raíz la racha triunfal. Porque lo que toca es que en algún momento, eso pase. Pero de momento se nos está mostrando algo que, pese a los últimos años llenos de éxitos y buen juego, no lo teníamos en el catálogo.
El Unicaja de la época más reciente ha ido juntando una serie de bondades que han ido adornando su juego: verticalidad, agresividad, generosidad a la hora de ceder importancia en el juego, compartir el balón de manera adecuada, importancia del grupo por encima del individuo… Resumiendo, todo aquello a lo que quieres invocar cuándo piensas en un equipo que juegue bien, o algo como lo que cualquier entrenador sueña con transmitir a su grupo.
Lo cierto es que en la competición española, el equipo malagueño está mostrando una cara mejor cada jornada. En este caso, en una fecha que ha tenido unos resultados poco esperados por las diferencias mostradas en el marcador y también por esa segunda derrota en tres partidos del Real Madrid, que parece estar haciendo bastante mal la digestión que supone cambiar piezas en el plantel.
Aunque pueda esperarse que BAXI Manresa, MoraBanc Andorra y Covirán Granada ganen respectivamente a Dreamland Gran Canaria, Leyma Coruña y Bàsquet Girona, que haya diferencias superiores a los 20 puntos, llegando incluso a los 30, no va dentro de la pregonada igualdad de la zona media de la competición.
Y aparte de todo esto, el Unicaja, arriba de la tabla con el Barça como único compañero en el liderato, y con una demostración brutal de fuerza frente a un equipo que tras dar muy buena imagen en Zaragoza, perdiendo en la prórroga, y caer por sólo cuatro puntos ante los azulgrana, recibió el mismo comentario que los anteriores rivales cajistas: o mejoran mucho o lo van a tener complicado para no bajar.
Porque esa constante de la poca consistencia de los rivales quita mérito al juego desplegado por los de Ibon Navarro, pero la duda es permanente: ¿son blandos los equipos que se enfrentan al Unicaja o es que el equipo de Málaga pone tantas dificultades que minimiza las virtudes ajenas?
Qué quieren que les diga. El ansia competitiva que pone el equipo, lo demostrado a medida que iba avanzando el último partido, ver que con tras los 10 de puntos de ventaja, la pelea iba camino de los 20, avanzó al +30 y siguió a buscar los 40 de diferencia… El entrenador visitante, para detener un 18-4 de parcial en el último cuarto, pidió tiempo muerto y la respuesta fue otro 8-0 fruto de cuatro robos de balón a un rival totalmente devastado, a merced de lo que quería hacer el Unicaja. Un Lleida que pese a tener nueve jugadores con 30 años o más, no llegó siquiera a las cuatro faltas. No hubo nadie que hiciera alguna más o menos contundente para parar la fiesta en la que se había convertido el juego cajista.
Más allá del sopapo de realidad recibido por el equipo catalán, que se dio cuenta que jugar en el patio de los mayores tiene un peaje bastante alto que pagar, y teniendo en cuenta que ya llegarán los rivales que juegan competición europea, el cansancio o las siempre inoportunas lesiones, loi cierto es que es mejor llegar de esta manera, haciéndolo tan bien.
Como es habitual, el entrenador nos recuerda lo efímero de esta felicidad. Y no quiero yo llevarle la contraria, aunque con el tiempo que lleva aquí, me extraña que no esté acostumbrado a la bipolaridad anímica que conlleva seguir al Unicaja (y también al Málaga CF, no se me olvida), pero no estamos en la edad de bajarnos de esta situación de alegría. Lo otro ya llegará solo. Recuérdenlo.