Gestionar la revolución.

2 Ago

Aunque estemos de lleno en modo olímpico, y se hable más de la contaminación del Sena y la ceremonia de apertura que de lo deportivo, por aquí, andamos un poco perdidos, sobre todo porque cuando la ACB ya saca el calendario y nos recuerda que queda menos para volver a ver a nuestro Unicaja, ahora expandimos dudas hacia más allá del entorno deportivo del primer equipo.

En esta postemporada van pasando cosas que están en la memoria profunda de cada uno, es más, algunos ni siquiera lo han llegado a vivir, porque al tema del positivo y la salida con freno y posible marcha atrás de Dylan Osetkowski y el “estuve a punto de” protagonizado por Olek Balcerowski, se le unió la pasada semana el abandono abrupto de Guillermo del Pino, quizá el proyecto más reconocible y llamativo de la cantera cajista para un futuro próximo tras Mario Saint-Supéry.

Por Málaga se nos llena la boca sobre lo de club de cantera de la misma manera que hace treinta años, y, ni la situación actual es la misma, ni el club tiene los mismos objetivos, ni las reglas se parecen en nada a lo vivido, y como pasa en tantos aspectos de la vida, sea el trabajo, las relaciones sociales o la vivienda, o nos adaptamos, o corremos el riesgo de vernos arrollados por las circunstancias.

No me voy a meter en eso de la extensión de las canteras, y sobre si es lo mismo tener a uno de Huelin que de Atenas, pero lo cierto es que si antes, el problema para los posibles robos de talento estaba ceñido a un cambio de residencia y que el chaval y su familia pensaran que estaba mejor con otra camiseta que no fuera la del Unicaja, ahora, con los que realmente destacan (y que cada vez lo hacen a edad más temprana), la irrupción de la NCAA y la llegada de los contratos NIL, exige una redefinición del modelo.

Lo del deporte en las universidades americanas siempre ha sido algo muy goloso, los padres de la estrellita infantil de turno se imaginan a su vástago en “Yonosedónde Esteit”, y cuándo lo vuelven a tener en casa, el chaval viene hablando inglés, con una carrera terminada (aunque sea de gestor de campos de golf) y adorna su CV con algo más llamativo que ser campeón autonómico.

La pega antes era que no se cobraba, algo que ya tenía muchos detractores y había generado mucha controversia, de hecho, Louis Bullock vivió una sanción en la Universidad de Michigan por haber aceptado regalos de uno de los “amigos del programa”, Ed Martin, el cual, mediante préstamos de dinero procedente de apuestas ilegales, incentivaba el fichaje de los jugadores.

En 2022, la cosa cambia, no es que las universidades comiencen a pagar a los jugadores, pero mediante la aparición de los contratos NIL (acrónimo en inglés de Nombre, Imagen y Semejanza), los jugadores, pueden gestionar sus derechos de imagen, y por tanto puedan monetizar sus redes sociales, firmas de autógrafos, campus de entrenamientos o enseñanza individual, campañas publicitarias promocionales y empezar o experimentar nuevas opciones de negocio.

¿Qué ocurre?, simplemente no piensen en un casi adolescente diseñando un plan de negocio para alcanzar cantidades de siete cifras, para eso están sus agentes, porque aquí mismo, un jugador infantil, si se le adivina proyección, tiene un representante que lo saca en procesión para que todo el mundo cuente las bondades del muchacho. Por lo tanto, la gestión de canteras no está evolucionando, sino que está en plena revolución.

Si en nuestra privilegiada situación de directores deportivos virtuales, de esos que fichamos con dinero de El Palé, pensamos que lo suyo es hacer contratos profesionales, aparte de tener que esperar a los 16 años (edad mínima para poder trabajar en España), no todos los clubes son el CSKA, que entre los componentes de la plantilla que jugó la Final a Cuatro de Atenas en 2007, el salario mínimo era de 900.000 dólares, por lo que hipotecar el futuro de la sociedad con piezas que lo que han demostrado de momento es estando protegidos por el paraguas de la limitación de edad en sus categorías inferiores, parece como poco arriesgado.

Y lo que ha sufrido ahora Unicaja no es una gestión catastrófica porque es algo más que generalizado, nombres como Egor Demin, Ismaila Diagne, Kasparas Jakucionis o Urban Klavzar atraviesan el Atlántico este año, siguiendo el ejemplo de Ízan Almansa, Aday Mara, Conrad Martínez o Álvaro Folgueiras para seguir lejos de sus equipos en España.

Sobre lo que puede hacer el Unicaja, de entrada, deshacer la nefasta gestión que supuso en su día quitar voluntariamente al añorado Clínicas Rincón de la órbita de las ligas LEB para poner algo más aparte de estudios, manutención y entrenamientos en el menú de los beneficiados de las becas del club de Los Guindos.

Porque en el caso particular de Guillermo del Pino, tener que jugar en Tercera FEB (la antigua EBA), sabiendo que va a dejar Unicaja, con la posibilidad de jugar en Segunda FEB (LEB Plata) en casa en las filas del Coto Córdoba CB, hace que se marche incluso un año antes, sólo el mantener los derechos como jugador en España caso de una hipotética vuelta es el único consuelo que puede quedar en la Avenida Gregorio Diego, pero claro, viendo de qué sirvió por ejemplo en el Real Madrid algo similar en los casos de Nikola Mirotic, Willy Hernangómez o Juan Núñez, no parece especialmente reconfortante. Pensando en el baloncesto en general, la manera de afrontar este problema me recuerda a la que hacen muchos políticos sobre la realidad social, sólo cuándo el sistema ha reventado, si encima, algunos directivos no dijeran en voz alta que lo mejor para los chavales es irse a USA (frase real, no inventada), ayudaría más.

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