Hace prácticamente nada hablaba de lo novedoso que iba a resultar para mucho aficionado a nuestro deporte encontrarse que el equipo nacional tenía que jugarse la presencia en un torneo importante (en este caso, los Juegos Olímpicos de París) pasando por el compromiso de un Preolímpico. Una situación compleja, con rivales que hace nada nos sonaban a residuales y que hacían que, en el ánimo de muchos, se tomara todo esto como un mero trámite.
Ya hemos visto esta semana pasada lo acontecido en Valencia, que por terminar con final feliz nos hace dar por bueno todo lo ocurrido. Y sí, es grande y precioso que Rudy Fernández vaya a disputar sus sextos Juegos Olímpicos, algo que solo pensar en verlos por televisión a algunos nos puede cansar. Que pese a la ausencias de jugadores importantes como Álex Abrines y Juancho Hernangómez, España ha pasado y que hemos visto como el equipo de Sergio Scariolo ha dado absolutamente todo lo que podía dar para cumplir el objetivo.
Tal vez, esto sea lo que más puede intranquilizarme, pensar que a esta España de 2024, vaciarse en el campo le ha servido para pasarlo mal frente a Angola o Finlandia (sin su mejor jugador de largo, Lauri Markkanen) e ir de cara en cada golpe frente a Bahamas, los cuales de historia como equipo están prácticamente en el capítulo primero, pero como historias independientes andan sobrados de talento. Y sí, aunque muchas veces ofrezcan una ‘versión banda’, cuando los de la banda se ponen de acuerdo para tocar, han ofrecido buenísimos minutos.
Pensar que en Francia el plantel del entrenador italiano vaya a tener como rivales en el mismo grupo a Australia, Grecia y Canadá hace que el rictus de respeto quizá pueda ponerse aún más serio porque, aunque lo de España hay que ponerlo en valor frente a las ausencias de equipos como Croacia, Eslovenia, Italia, Letonia o Lituania, la pelea a la que se va enfrentar en pocas semanas es tremenda.
Ahí, quizá nos daremos cuenta de la situación real de la selección, de lo diferente del estatus en el que se llega y dónde está la realidad de los objetivos a conseguir. Vamos, algo de lo que los cajistas podemos hablar un rato largo y no conformarnos con la misma falsa declaración de intenciones una y otra vez. Pensar que el objetivo a pelear en París va a ser el mismo que pudo ser en Pekín, Londres o Río de Janeiro es de ser muy acérrimo, pero también muy poco realista. Y no quiere decir que piense que se va a dudar de poner el máximo esfuerzo, que eso no es negociable, pero entre la realidad propia y las ajenas no sería justo exigir lo mismo.
En el grupo y en lo que ofrece este equipo, nuestro Alberto Díaz ha vuelto a tener la aparición que siempre se espera de él, del ejemplo que supone para el resto ver que a base de esfuerzo se pueden conseguir cosas que pueden parecer impensables frente a según qué rivales.
Como se pudo ver en el Eurobasket de 2022, el base del Unicaja apareció cuando más lo necesitaba su equipo, dinamitando en unas pocas acciones el partido ante Finlandia que daba paso a la final frente a Bahamas, en la cual no lució tanto, pero valió para que Lorenzo Brown no tuviera que morir de presencia en la cancha y que Eric Gordon tuviera visiones el domingo por la noche con destellos de color naranja que no le dejaban jugar.
El base malagueño, mejor jugador nacional para la FEB este año, demostró que lo peor en la vida es la falta de ganas porque a base de echarle más ganas que el resto ha conseguido un lugar privilegiado que a priori no se podía pensar.
En la línea de los grandes defensores que ha habido en Málaga como Rafa Pozo, Dani Romero, Curro Ávalos, Nacho Rodríguez o Bernardo Rodríguez, Alberto Díaz quizá no hubiera estado en su momento entre los bases de una selección en la época de Juan Antonio Corbalán, Nacho Solozábal, Joan Creus o José Luis Llorente. Tampoco al paso del tiempo cuando iban José Manuel Calderón, Carlos Cabezas, Ricky Rubio o Sergio Rodríguez, pero aunque todo el mundo tenga claro que Lorenzo Brown es capital para este equipo, Juan Núñez tiene un futuro esplendoroso y es una pena que no haya querido venir Ricky Rubio, sin Alberto Díaz no se entiende un mínimo atisbo de éxito de este equipo.
El torneo final en Francia va a ser criminal y de una complejidad absoluta, pero me imagino a los veteranos de esta selección junto con Alberto diciendo esa frase de: «Esto es un Tercio español». En modo Alatriste, dejando claro que se va a luchar hasta el último aliento porque, además, no estando sobrados de talento es lo que se espera. Disfrutémoslo desde nuestra posición de espectadores, de aficionados del Unicaja con el capitán (y más que probable próxima camiseta colgada en el techo del Martín Carpena) dando ejemplo en la cancha y esperando ver lo mejor de cada uno.