Por raro que pudiera parecer en su momento, la película de 1976 de Sylvester Stallone terminó siendo un clásico, entre la saga. La fama de su protagonista y el mensaje de la cinta primera terminó quedándose en la memoria para mucha gente. En mi niñez, recuerdo que una actividad del colegio fue, tras ver la película, hacer un resumen sobre qué nos había parecido y el mensaje que nos transmitía. Así, nos poníamos de pie y hacíamos nuestra crítica. Cada uno dio su parecer y un alumno no especialmente brillante en cuánto a las calificaciones, al ser preguntado, cogió su folio y sentenció: «en la película, al final, Rocky pierde». Naturalmente, quedó claro que no estaba ni muy preparado ni muy interesado en el tema.
Y es que resumiendo, el final es lo único que termina pesando para los que no se acercan al tema o no sufren una situación. El desarrollo de algo no tiene importancia para ellos, les aburre, no les interesa y como mucho, puede llegar a irritarles, algo así como lo que viene pasando de un tiempo para acá con el tema arbitraje en la ACB.
Tradicionalmente rehúyo escribir y hablar del arbitraje. De entrada, sin árbitros no se puede jugar, y estaría bien que alguna vez, alguien tuviera que pasar por esa situación. Pero es muy aburrido sacar a bailar el tema, porque se roza el victimismo. Cualquiera que lea u oiga alguna queja va a decir «pues a mi equipo, más y peor», y siempre se termina con el viaje al mismo sitio: ese resort contemporáneo llamado la llorería.
En nuestra Liga ACB, esa en las que los dos equipos que menos faltas cometen por encuentro son el Barça y el Real Madrid, con 17,7 cada uno, llevamos una racha de varias jornadas en los que el foco se pone cada vez más sobre los que imparten justicia. Y en cierto modo, lo mejor que les puede pasar a los que arbitran es que nadie repare en ellos durante el partido, o que al final, la gente se pregunte quiénes son los que vinieron.
Las polémicas son consustanciales al juego. Hemos normalizado pensar qué podrían llegar a hacer las estrellas de nuestro deporte de hace un tiempo, sin poner en duda, por ejemplo que Pelé, Di Stéfano o Cruyff serían los mejores en fútbol también a día de hoy. Hablamos de ensanchar el campo, porque con los físicos, la potencia y los volúmenes que se mueven hoy en día, no hay espacio para que el juego se pueda desarrollar sin un choque tras otro. Y el tema arbitraje parece que va por detrás de la evolución.
Aunque es más fácil hacer una clasificación de equipos que no se sienten perjudicados que al contrario en la Liga, en Málaga tenemos cada 15 días una reválida de paciencia y potencia de estómago llamada FIBA BCL que nos tiene que recolocar la capacidad de queja ante los árbitros.
El Unicaja abrió la veda con el partido ante el Real Madrid, donde la polémica estuvo en más cosas aparte de la última jugada, ya que tuvo más situaciones durante del partido. Sin esperar mucho, la semana siguiente, fue el rival malagueño, el Covirán, en la figura de su entrenador, Pablo Pin, quien señaló como principal beneficiario del arbitraje al rival. Es más, elevó el foco y puso a Ibon Navarro como principal artífice del giro de guion, a causa del cabreo ante el Real Madrid que lr hizo perder puntos en esa figura de yerno ideal que tiene el vitoriano.
Pero si no han visto el derbi canario, háganlo, porque alguien tan educado y comedido como Sitapha Savane, levantaba la voz por el arbitraje sufrido el domingo en Tenerife: entrenador expulsado, 5 faltas entre los dos bases, canastas fuera de posesión que no se revisan, técnicas sin advertencia… Todo en el primer cuarto. Y luego, un 14-2 en tiros libres en el segundo tiempo, es más esos dos únicos tiros libres se les señalaron al Lenovo Tenerife cuando faltaban más de 16 minutos para el final.
Seguirá habiendo equipos que se sientan perjudicados, que sufran cambios de criterio inexplicables y, sobre todo, arbitrajes que transmiten cierta incapacidad a la hora de controlar realmente el partido. Pero todo lo que se puede hacer sólo es ruido y dar la sensación de no servir para nada. Es más, alguien con un gran peso específico en el estamento arbitral y que casualmente también fue presidente del Gran Canaria, Miguel Ángel Betancor decía que la hipotética reclamación del que fue su club sería «llorar por llorar».
He hablado de la evolución de nuestro deporte, de los jugadores, y en cuestión de arbitraje, la modificación ha sido pasar de 2 a 3, sin meternos en el videoarbitraje. Y lo mismo la culpa es de todos los que sólo se fijan en el final, porque tal vez en las reuniones de pretemporada, sería el momento de plantearse si no es aburrido seguir hablando cíclicamente de ese tema.