Los unicornios rubios.

13 Jun

Con el triunfo este pasado viernes en Badalona del FC Barcelona en el cuarto partido del playoff semifinal frente al Joventut, la Liga ACB echaba el cierre a la ronda semifinal de la temporada 2021/2022, quedando para que, a partir de ayer lunes se dispute la esperada y anhelada -por el establishment de nuestro deporte en España- final de la competición.

Desde el año 2000, por tomar una fecha más o menos señalada, en las veintitrés finales disputadas, once de ellas son propiedad de los equipos futboleros, fuera de esa deseada presencia, en las otras, ocho presencias del Baskonia, siete del FC Barcelona, tres del Real Madrid, dos de Valencia Básket y Unicaja y una de Bilbao Básket y Estudiantes.

Tras el partido del viernes, esa agencia de noticias en la que a menudo se convierten las redes sociales, se tornó en fuente de opiniones, con un buen número de mensajes de felicitación a la escuadra verdinegra y una sentencia sobre la competición: “se ha acabado la liga de baloncesto, enhorabuena a Joventut, campeón de los que compiten en igualdad, ahora, la habitual pelea Barcelona-Real Madrid”.

Sin dramatizar, ni ponerse en modo especialmente quijotesco, tampoco es que falte razón, pero tener a ambas instituciones en el baloncesto español conlleva que éste sea la envidia de otras modalidades minoritarias y deficitarias, sólo hay que mirar hacia la liga de balonmano, con una isla llamada FC Barcelona compitiendo contra el resto de equipos en ínfimas condiciones presupuestarias frente al todopoderoso (aunque en horas bajas económicamente hablando) club catalán.

Del dóping económico que gozan los futboleros ya se habla y se escribe bastante, pero ni se hace nada en contra, ni se les pone mala cara cuándo adecúan a favor de sus intereses la competición. Se escribe en momentos puntuales del “fair play financiero”, que tras unos años oyendo de él, para mí son como los unicornios rubios, algo que sólo veo en mis sueños, porque si hubiera una normativa al respecto, al igual que no se les permitiría un déficit presupuestario a los dos finalistas, los que en su día criticaban que el Club Baloncesto Málaga tuviera detrás una entidad financiera, a lo mejor explicaban convenientemente porqué está bien que haya equipos con una fiscalidad diferente del resto, o que estén sostenidos en los brazos de un único mecenas, algo que tiene tanto de bueno, pero tanto de peligroso, por ser suave en el calificativo.

Asumir que la competición roza lo ruinoso no sé si sería realista o duro, pero quizá estaría bien que los presupuestos reales, ingresos por abonos y entradas, patrocinios o subvenciones y las deudas generadas por salarios, funcionamiento, etcétera se conocieran de fuentes reales y fiables, no podemos olvidar que hace unas semanas se supo el gasto del Unicaja en plantilla (sin concretar nombres, líbrenos Dios de saber lo que cobra un jugador, con saber lo que cobra Felipe VI, vamos servidos), y lo más flojo que se oyó fue que “no parecían cifras reales”, sin más argumentos.

Para mi parecer, tanto el playoff como la competición no me disgustan, es más, creo que retomaría el playoff de descenso, pero tengo que felicitar al Joventut, no sólo por volver a una semifinal ACB tras catorce años, sino porque hace sólo cuatro Carles Durán, tras cesar en un Bilbao que se fue a LEB, rescató a un histórico que iba camino de desaparecer.

A lo mejor, en la cuna de baloncesto nacional una eliminatoria más corta hubiera venido mejor, nunca se sabe, de todas formas, esta misma temporada hemos tenido en la “moribunda” Eurocup (según se nos vendió institucionalmente desde la directiva cajista) una competición con eliminatorias a partido único que el propio Joventut sufrió en sus carnes, tras quedar primero de su grupo, con factor cancha a favor, y jugando frente al ratiopharm Ulm, octavo del otro grupo, tuvo el día malo y cayó en octavos de final.

¿Justo? Es de lo poco que le queda al baloncesto profesional de deporte, separándolo del negocio. Díganles a los chicos de Jaka Lakovic que no se merecían pasar de ronda cuando lo hicieron mejor que los catalanes. Además, si tan injusto nos parece la forma de competición de la Eurocup, o la ACB o cualquier otra, ¿por qué se quejan en invierno de lo que votaron en verano?

Naturalmente, los aficionados al baloncesto haremos lo que sea por disfrutar de lo que nos ofrezca la final de la ACB, esperando que no haya lloros desde los banquillos, y la mínima injerencia de prensa y entorno que sólo se acercan al baloncesto en el momento puntual que se enfrentan azulgranas y blancos.

Sí, llámenme iluso, pero si después de todo esto, los que mandan en nuestro deporte trabajaran por hacer el mismo más fuerte, más deporte y menos negocio, volvería a creer en muchas cosas. Lamentando que no pueda estar Pablo Laso, sólo enviarle la dosis de fuerza y de paciencia necesaria para dejar atrás este percance, pero él y su salud están muy por encima de lo que le reclame su club o la competición. A mejorarse.

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