Que las redes sociales son una influencia incuestionable a fecha de hoy es tan real como el paso de los días, fruto de ello, no sólo dejamos huella para algunos que no necesitan saber nada de nuestras vidas, sino que esos algoritmos que saben de todo nos repiten lo que hicimos hace años. ¿Y saben lo peor? Que palabras como crisis, poca solidez, desconfianza y muchas que invitan a poca tranquilidad se repiten con respecto a nuestro Unicaja.
Da igual que hayan pasado varios años, presidentes, entrenadores, jugadores, competiciones europeas… Tal vez por eso, ver la tortura por la que está pasando el club ahora, requiere una mirada bastante más allá del tema resultados de la temporada actual.
No sé si los equipos tienen ADN, lo dudo, se puede hablar de si tal o cual es tradicionalmente de cantera, tiene buen ojo para fichar extranjeros jóvenes o vete tú a saber qué cosas, pero tras muchos años, creo que la seña de identidad en Málaga es de un nivel de comodidad y de falta de presión que asusta.
Si tiro de memoria, me aparecen muchos jugadores (y entrenadores) que han llegado por mucho más dinero del que realmente valían, el problema no es firmarle a fulanito 5 si en realidad vale 3, el problema es que el rendimiento al final llega escasamente a 1. Y, si posteriormente en los despachos se viera algo más de dinamismo no sería problema, pero pasando por el resto del club más allá del plano deportivo, no hay inconveniente alguno en perpetuarse. Si la cosa sale mal, no pasa nada, siempre habrá otra oportunidad, y si sale bien, ya damos el paso a homenajes, retiradas de camisetas…
La única excepción es si eres incómodo, seco o antipático, que tradicionalmente ha sido un problema para los que mandan. Claro está, si eres capaz de hacer algo bueno, aunque sea en el último tramo de contrato, te ganas la renovación.
Pienso que el Unicaja actual no es más que la consecuencia de todo esto y la solución está bastante más lejos de todo lo que pudiéramos pensar, simplemente viendo la última semana, con los partidos en Ostende y en Santiago de Compostela, aparte de la duda generada de manera lógica sobre si el equipo real es el de Flandes o el de Galicia, tal vez la conclusión más certera sea que el equipo no merece ni confianza ni tranquilidad a la hora de esperar un buen rendimiento.
Vemos como Ibón Navarro verbaliza tras el partido del sábado sus esperanzas de tener «una línea clara y constante», ya, todos los demás también, pero creo que llevamos más tiempo de espera que Penélope (la de «La Odisea», no la de «Los autos locos»).
La cara del equipo el último día en ACB fue bastante buena, ofreciendo en defensa buenos momentos y teniendo en ataque ideas más claras a la hora de elegir y ejecutar opciones, pero no me puedo olvidar del último esperpento vivido en la BCL, con el detalle de la referencia del entrenador a la falta de energía cierta parte del encuentro, algo que parece sumarse también a las cualidades -negativas- que adornan a este equipo.
La situación sigue siendo tan complicada que, aún mejorando con una victoria valiosa, no sirve para escapar del drama de mirar a los que juegan por no bajar y aunque no implica directamente al equipo, restan 11 jornadas de la Liga Regular, y 9 de esos partidos son contra equipos que están por encima en la tabla, y ya se sabe lo que nos lleva ofrecido este equipo.
Es tan delicado esto que desde la prensa local se requiere la intervención de la afición y del orgullo de los actores. La afición, o lo que realmente queda de ella, ha demostrado que realmente es capaz de animar como si hubiera el doble de asistencia en el Carpena y motivos para desertar van acumulándose desde hace años. Y eso sí que me da confianza porque apelar al orgullo viene a ser como esa lacónica sentencia del ejército en tiempo de paz sobre el valor del soldado: «se le supone».
Sin generalizar, porque sería muy injusto, hay piezas en las que ese orgullo es algo que aún no se ha visto, pero no ahora, sino desde hace tiempo. Y si no hay alteraciones, como esto es Málaga, no habrá inconveniente en seguir igual que hasta ahora. Será alargarlo en el tiempo, aunque lo bueno sería terminar cumpliendo esas esperanzas tan aletargadas, terminar cambiando. Personalmente, no lo sé.