En el momento que esta generación y las adyacentes nos enfrentamos a cosas como la pandemia y otras situaciones que movieron nuestro particular ritmo de vida, quizá nadie llegó a pensar que todos nosotros, los mimados de la vida, que por suerte no habíamos pasado por catástrofes, tendríamos que enfrentarnos más o menos de cara a algo que no terminamos de asimilar casi nunca de buena manera: la incertidumbre.
Centrándonos en lo que aquí puede llegar a interesarnos, que es nuestro Unicaja, con el paso de estas últimas temporadas y el deficiente rendimiento que el equipo nos viene brindando desde hace tiempo, se está poniendo a prueba hasta dónde somos capaces de resistir.
Quizá el principal pecado cometido, de manera intencionada, y también por omisión por el club de Los Guindos venga desde el pasado, por haberse limitado a dejar morir gran parte de los proyectos que hubiera, y por desdeñar cualquier tipo de opinión diferente de la que tuviesen los que lo dirigían. Ese ejercicio de desdén toca superarlo, pero no olvidarlo, sobre todo, porque a día de hoy, con casi dos tercios de la temporada consumida, está lastrando las posibilidades, cada vez menores, de enderezar el rumbo.
Por parte de la actual dirigencia, y no sé si ante la posibilidad de tener que enfrentarse a pelear por evitar el descenso en lugar del play off, se han alterado parte de los usos habituales que dejaban pasar el tiempo y esperar que se arreglase todo al finalizar el año, cosa que con los refuerzos que se han traído, es algo que se pretende paliar, aunque el tiempo apremia. Los rivales y la competición no conceden el mínimo atisbo de compasión y, aunque el equipo se ve mejorado, no sabemos si la reacción va a ser suficiente para poder evitar la decepción y el fracaso.
Sin caer en esa dualidad digna de dirigente político actual («hemos ganado al Fuenlabrada», frente al «habéis perdido con el Murcia»), que se le puede pasar por la cabeza a algunos, y que no lo considero lógico de ninguna manera, creo que sería más digno reconocer que los rivales son aquellos en los que antes no se reparaba y que, aunque el presupuesto diga lo contrario, para conseguir objetivos acorde al equipo que se tiene, hay que pelear de manera activa y constante… y podría no conseguirse.
Pensar cualquier jugador de la parte sólida del UCAM Murcia (Taylor, Davis, McFadden, Rojas, Webb y Lima) sería una pieza importante en el Unicaja actual tiene que asumirse, por más que el equipo universitario haya sido tradicionalmente un rival inferior, teniendo alguno de ellos algún comentario despectivo por parte de algún dirigente cajista, como le llegó a ocurrir a Augusto Lima.
No vale hacer castillos en el aire y pensar que ante la tragedia que supone la guerra entre Rusia y Ucrania, ya nos gustaría contar con gente como Shengelia, Canaan o Kuzminskas, aprovechando la hecatombe de los equipos rusos. Seamos serios, sería pensar que Kylian Mbappe no renueva con el Paris Saint Germain porque tiene un WhatsApp cordial de Manolo Gaspar.
Lo peor, ante todo, es lo que ponía antes, la incertidumbre. Ante la premura en la necesidad de resultados que impone la Liga ACB, en la que aún hablamos de pelear por el play off cuándo está todo carísimo y complicadísimo, todo ello a la vez de querer no abandonar la FIBA BCL, que está ahí, y que puede suponer un desgaste, pero la posibilidad de pelear por un premio, sobre todo tras la retirada del Prometey (algo que nunca debió suceder), pero que para el Unicaja es un factor que allana parte del camino.
Sí, el equipo ha jugado mejor, ha tenido mucha mejor cara y, sobre todo, aunque en otros partidos quedó cerca en el marcador, pero no tuvo cerca la victoria, el sábado fue al contrario. Eso sí, al final fue insuficiente, con lo que estamos una jornada más cerca del final, pero más lejos del objetivo. El problema viene cuándo este último concepto, el objetivo final, se ha transformado en salvar la temporada. Ojalá todo mejore y se consiga, pero se está convirtiendo en un ejercicio de dureza mental.