Vale que sólo ha pasado un mes desde que la temporada oficial comenzó con la visita del Monbús Obradoiro a Málaga, y que emitir cualquier tipo de juicio es tan prematuro como temerario, pero en ese tiempo, y con siete partidos jugados que arrojan un balance de cuatro victorias y tres derrotas, parece que el camino que le queda por recorrer al Unicaja en pos de una regularidad y una solidez necesaria es más largo de lo que podría esperarse.
Sabemos y hablamos de los cambios experimentados en el club de Los Guindos, ¿pero somos conscientes de qué es lo que implican todos ellos?
No voy a hablar de los cambios a nivel institucional o de despacho, la plantilla no ha tenido muchos cambios, pero se supone que, en buena medida, suficientes para la mejora con respecto al año horrendo vivido el curso pasado, está claro que todos hubiéramos querido dejar fuera a tal o cual jugador, que sólo se mantienen por el contrato en vigor firmado anteriormente, pero como dice el presidente: estos jugadores son los mejores. Al menos con los que se cuenta.
De lo que llevamos de temporada, se nota que el equipo tiene más garra y entrega que la temporada pasada, lo cual, por otra parte no era complicado mejorar, pero no tiene el progreso necesario en el juego para resultar fiable.
Al equipo le falta mucho, tal vez el cambio más grande que tengamos que digerir en Málaga es algo que ya se manifestó hace tiempo. Atrás quedó el tiempo en que el equipo tiraba de calidad individual, porque andaba sobrado de ella, y sumándole algo del estatus que tenía (formando parte de la élite o de los aspirantes reales a la misma) se llevaba un duelo igualado, eso, pertenece a la historia.
A día de hoy, cualquier rival, incluyendo aquellos que la temporada próxima jueguen en LEB Oro están capacitados para ganarle a este Unicaja, por lo menos ahora, ya que el juego colectivo no da para ganar en cualquier circunstancia, hay que jugar bien, defender mejor y esperar que esas individualidades que a día de hoy son lo mejor en ataque que tiene el equipo sumen más allá de eternos 1 contra 1 a base de bote.
Este año, al tener una competición europea como la FIBA BCL que no tiene la carga de partidos y que permite mayor número de entrenamientos, esperaba que se viera antes el avance táctico, algo que echo de menos, o va a ser verdad aquel anuncio que decía que “la potencia sin control no sirve de nada”, que todo el arsenal ofensivo desde la línea exterior esté sin canalizar en la práctica, hace que eche de menos la aparición el entrenador con mayor carga táctica, cosa que también es algo complicado dado lo inofensivo que es el juego interior, al menos los pívots en cuanto a la generación de peligro ofensivo, lo que provoca que no se generen ventajas cara a los exteriores.
Todo esto, tras ser Micheal Eric el mejor del Unicaja en el partido de Manresa, pero lo visto el Nou Congost es un encuentro vivido varas veces, con mal inicio, a merced de un rival inferior y en el que se vio una diferencia: el equipo no bajó los brazos y estuvo a punto de recuperar el marcador, pero no fue suficiente. Vale que no se tiró la toalla como en ocasiones anteriores, pero el objetivo de este equipo tiene que ser otro, y para ello, hay que alcanzar otro nivel de juego.
Como esto no para, y antes de ese momento histórico que se vivirá el domingo con la retirada de la camiseta de Carlos Cabezas ante el FC Barcelona, toca jugar mañana contra el Lavrio Megabolt griego, que viene de vencer al Larisa Basket, y ponerse con un balance de 2 victorias y 1 derrota para situarse tercero en la tabla en la ESAKE, una oportunidad más para seguir creciendo, frente a los vecinos del templo de Poseidón en Cabo Sounion. Que haya mejoría.