En menos de una semana, la cosa cambia de manera sustancial, ya que han tenido lugar hechos importantes. Se han jugado dos partidos más, uno de ellos con derrota frente al FC Barcelona, pero compitiendo, y el encuentro del domingo en Andorra se venció tras ir demasiado rato de ir a remolque un rival que pertenece a la liga que juega el Unicaja de manera efectiva, nos moleste o no, porque entre presupuesto e historia, se sigue pensando que aquí se tienen otras aspiraciones, pero eso pertenece al pasado.
Lo cierto es que centrarse en la victoria en Andorra queda muy bien, pero hay mucho más detrás. Para empezar, a las ausencias por lesiones largas (Jaime Fernández y Dragan Milosavljevic) y habituales cada inicio de temporada (Carlos Suárez), se sumó la de Axel Bouteille con un esguince de tobillo que recortó más la rotación exterior, el mayor activo del equipo.
El juego interior, con las ya conocidas dudas que se tenía en ellos mismos, se le había sumado la filtración de haber señalado ya como culpable a Deon Thompson, dejando de lado tanto a Volodymyr Gerun y Rubén Guerrero, aunque ni uno ni otro estén ofreciendo lo que tanto la competición como el equipo demanda de ellos.
Que antes de la tercera jornada ya se hable de arreglar la batería de pívots, con un culpable señalado, e intenciones de ver cómo se puede mejorar, no sólo habla mal del jugador californiano, que no ha justificado su fichaje desde que llegó a Málaga, pero tengo una duda que de momento no encuentra respuesta, y es que, si el año pasado éramos conscientes de la necesidad de mejorar el juego interior, y la respuesta del club fue quitar un jugador, para readaptar piezas que ya no ofrecían un buen resultado, ¿se esperaba algo parecido a un milagro?, realmente, no lo sé.
Si tengo que alabar el paso adelante del entrenador dando papel importante a Yannick Nzosa con minutos decisivos en pista, y mandando un mensaje inequívoco a los jugadores interiores, no puedo olvidar que antes del inicio de la temporada él decía que “el equipo está super compensado”, “a la plantilla no le falta nadie”, a Luis Casimiro Palomo no lo vamos a cambiar ahora, lo que puede exasperar a gran parte del entorno, es lo que le hace especialmente valioso para la parte dirigente del club. Esa capacidad de aceptación de las instrucciones y de no externalizar los posibles desacuerdos internos se valora mucho en la zona noble, el calificativo “hombre de club” siempre se le adjudica más en la vertiente de no ser tan incómodo como antecesores suyos en el cargo.
Es una pena es que esa cualidad se anteponga por parte de los que deciden en el club, ya se ha comentado que se estaba por cambios en la plantilla al finalizar el curso pasado, pero al tener contrato y preferirse la permanencia de jugadores que ya estaban cuestionados antes de indemnizarlos, se acepta que la ambición está más en cuadrar el presupuesto que en asaltar el poder de los grandes.
La situación no es buena en ningún aspecto de la sociedad, y ni el club, ni todo lo que le rodea iba a ser una excepción, económicamente, el respaldo y el poderío que se tiene aquí es la envidia de media Europa, lo llevo repitiendo desde siempre, pero tampoco hay una máquina de imprimir billetes en la sede, así, que pongo algo ya mencionado la temporada pasada: que la plantilla que finalizó el curso con un par de retoques me resultaba muy interesante, pues eso, faltan un par de retoques, los cuales aún están esperándose, lo que no entiendo, es por qué se dejó pasar el verano sin refuerzos.
Vale que el trabajo durante la temporada 2019/2020 fue bueno, arreglando en gran medida la propuesta de plantilla que dejó Carlos Jiménez y que dejó claro tener varias deficiencias, pero que había que hacer otros movimientos lo saben todos, y como ni entrenador, ni dirigentes van a salir reconociendo que apostaron por jugadores que se sabía que no iban a dar un rendimiento óptimo, y que sólo el vigor de su contrato los mantenía en Málaga, lo mismo toca ser pragmático, seguir mirando hacia adelante, animar a los chicos como Francis Alonso o Yannick Nzosa y esperar que la buena dirección mostrada en su momento con las llegadas de Darío Brizuela o Axel Bouteille se repita este año, porque a ilusión no nos gana nadie.