El verano sirve para las competiciones de selecciones, es una constante, está en el calendario vital de nuestro deporte, y aunque prefería aquella época en que los equipos nacionales jugaban en julio o agosto y las temporadas de club comenzaban de verdad en septiembre, con todos los jugadores, pero aquí estamos, esperando que llegue el Mundial de China, la cita de este año.
No es nada complicado engancharse a la selección nacional, y aunque se piense sólo en el Mundial Junior de 1999 en Lisboa como el origen de todo, y lo que esa generación ha supuesto posteriormente, hubo historia antes, dos subcampeonatos europeos en los años 30, otro en 1973, y medallas que se rozaron en 1975, 1979, 1980 (Olimpiada de Moscú), 1981 y 1982 (Mundial de Colombia). En 1983, en el Eurobásket de Francia llegó una plata que supo a gloria puso a un grandísimo equipo ante una oportunidad única, tras un gran preolímpico en Francia, la ausencia de la Unión Soviética de los Juegos Olímpicos de Los Ángeles de 1984 daba una gran oportunidad, y allí se colocó el grupo de los Corbalán, Epi, Martín, etc para intentar asaltar la gloria.
El torneo olímpico siempre ha sido algo especial, sobre todo porque en nuestro deporte, las competiciones importantes son el Eurobásket y la Olimpiada, el Mundial, pese a lo inolvidable que pueda ser el de Japón de 2006 ha significado algo menos, sólo hay que ver el listado de ausencias de la próxima cita en China, sin ir más lejos, así que aparecer en la cita americana, con posibilidades reales sonaba muy bien.
El formato de competición dividía a los doce equipos en dos grupos de seis, teniendo España como rivales a Canadá, Uruguay, Francia, China y los anfitriones, con lo que era imprescindible rendir desde el inicio para procurarse unos cruces propicios, así el 29 de julio de 1984, tocaba jugar frente a una escuadra con muchos conocidos y que tenía en su mira el podio. Recuerdo aquel torneo trasnochando mucho, con madrugones y extorsiones directas al del bar del desayuno para que pusiera el partido antes de entrar a trabajar. España lo pasó fatal para ganar el primer partido a los canadienses 83-82, y poniéndome en versión Roy Batty -ahora que el gran Rutger Hauer nos ha dejado-, tendría que decir que “he visto cosas que no creeríais, un Wiltjer cerca del aro siendo contundente, duro y leñero, peleando por un rebote, no como su hijo Kyle, que reboteó menos que Jaime Fernández el año pasado”, pero bromas aparte, ese torneo, con la victoria siguiente ante un Uruguay tan duro y correoso como morder un cable de acero, y las más accesibles ante Francia y China, llegó el partido ante Estados Unidos, donde los de Bobby Knight capitaneados por Michael Jordan y Patrick Ewing se impusieron sin problemas, pero los chicos de Antonio Díaz-Miguel preparaban el asalto de cuartos de final frente a Australia, que ya tenía a Andrew Gaze empezando a despuntar, tras superar tal día como hoy de 1984 a los “aussie” 101-93, tocaba Yugoslavia en semifinales, con un jovencito Drazen Petrovic junto a veteranos ilustres como Drazen Dalipagic, Ratko Radovanovic o Andro Knego, España tuvo que tirar de todo el repertorio para ganar 61-74, tras un primer tiempo que perdía 40-35 (sí, no había cuartos, inimaginable dejar en 21 puntos en 20 minutos a ese rival), y así, el 10 de agosto, un grupo magnífico de jugadores, que hasta que llegó la mejor generación a la selección, no tuvo quienes les hicieran sombra, disfrutaron de una final olímpica que pudieron disputar lo justo, perdiendo 96-65, pero haciendo sentir que toda la familia del baloncesto nacional se sintiera importante.
Aquellos partidos nocturnos, que coincidieron en gran medida con la Feria de Málaga de aquel año (fue del 4 al 12 de agosto) significaron un empujón a nuestro deporte que lo puso muy arriba, gozándose de una popularidad que no se alcanza a recordar y que veo muy complicado recuperar, sobre todo por lo complicado del entorno en el que se ha metido el propio baloncesto, y sobre todo, porque ya no nos conformamos con lo mismo, no sé si alguna vez se recuperará totalmente ese brillo, pero reconozco que para mí es un gran recuerdo que nunca terminará de abandonarme.
Trasnochar y madrugar.
6
Ago
Totalmente de acuerdo, esa era la Francia me parece de dacoury, ostrowky me parece, es correcto, en canada recuerdo también a un jugador que después ficho por el juventud, y no veas como repartían los uruguayos, hubo varios conatos durante el partido, que buenos tiempos madrugando para ver esos partidazos, jejejejejeje……….
Sí que lo eran, el canadiense era Gerald Kazanowski, que también jugó en León con Essie Hollis.