Aunque la clasificación dice lo contrario, pienso que esta semana se ha perdido una oportunidad para dejar claro que el Unicaja está en la pelea por la zona alta de una forma algo más que testimonial. Tras un partido que no supo ganar a pesar de tenerlo en su mano, el Unicaja no ha aprovechado las derrotas de Valencia Básket y Divina Seguros Joventut para poner algo de ventaja frente a los rivales reales en la carrera en pos de la cuarta posición. Aunque con la derrota en Zaragoza se da la paradoja que en lugar de bajar en la tabla, asciende y se convierte en el cuarto clasificado, esto es algo que de ser el final de la Fase Regular sería una gran noticia y que seguro que, conociendo como somos los malagueños, dispararía sensaciones positivas. Pero estamos en abril, y queda bastante.
Todo esto sería correcto si uno se limitara a mirar la clasificación. Si se profundiza sobre lo que está ofreciendo y cuál es la piedra angular del juego del equipo sería necesario darle un par de vueltas y pensar de manera fría y aséptica hacia dónde pretende ir este grupo lanzado más de 40 triples en un partido, siendo el segundo equipo de la Liga que más lanza desde más allá de 6,75 y dejando una sensación de impotencia contra las defensas de zonas de las que obligatoriamente han de preocupar. Con un déficit defensivo patente que no da respuesta cuando aparecen héroes entre los contrarios y siendo incapaces de frenarlos, me pregunto si a la vista de esta poca solidez mostrada, y ante esta fragilidad palpable, se puede encarar una parte de la temporada que tendrá más partidos decisivos de los que a priori puede gestionar este grupo.
A día de hoy, lo que me transmite este grupo está muy lejos de lo que creo que tendría que hacer. Depender del acierto exterior tiene un alto riesgo, pero está mucho más acentuado, ya que hemos asumido como normal un déficit en el rebote sin ningún tipo de sonrojo. Es una batalla perdida desde el inicio y ya está. Además, con la merma en la rotación, parece que sólo el mensaje de esperar a que la mejora de las piezas que están ahora fuera por lesión es el consuelo al que se puede aspirar.
Sobre el papel, paciencia y rezar a que vuelvan los enfermos y el triple se acuerde de entrar, haciendo crecer la euforia y las sensaciones agradables y placenteras. No sé a ustedes, pero a mí me parece que no son argumentos de equipo grande o aspirante a una mejora sustancial. Es más, echo de menos algún paso al frente asumiendo responsabilidad.
Porque creo que es eso lo que se necesita. Lo que me ocurre es que no termino de adivinar si el carácter, algo que no parece estar en el reparto inicial va a aparecer en el transcurso de lo que resta de temporada. No digo yo que no se entrene, que no se intenten evitar los fallos y los errores, pero si la semana pasada hablaba de la falta de corazón en el grupo y la esperanza en que la vuelta de los lesionados lo arreglara, con la derrota en Zaragoza y sobre todo el cómo se mereció el equipo a pulso ese resultado, no tengo nada claro que vaya a bastar con el rendimiento a tope de la plantilla inicial (con Ryan Boatright no cuento) para poder soportar el peaje que requiere algo tan exigente y cruel como es el tramo final de la Liga ACB.
Todo esto, claro está, aún pensando que la Euroliga estará repartida ya en abril y lo mismo lo que se ventile en el playoff sea poco más que la honra deportiva, algo que puede terminar siendo la máxima aspiración entre las decisiones externas y las definiciones internas. Tal vez la pregunta que se deba hacer en voz alta es si se les puede exigir a los jugadores algo más con el punto de partida que hay. Ya se irá viendo.
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Abr