En el parón sufrido en la competición de baloncesto gracias a ese funesto invento llamado «Ventanas FIBA», uno de los problemas que podría pensarse que existe es la ausencia de noticias, sobre el papel, con la competición de selecciones. Se supone que se agotan los partidos al margen de los equipos nacionales, pero eso sería tirar de normalidad, nada que tenga que ver con lo que rodea al baloncesto, ya que esta pasada semana hemos presenciado situaciones, como poco, curiosas. A nosotros nos ha ocupado el Turquía-España del jueves en Ankara y el España-Ucrania del domingo en Tenerife. En tierras turcas, con una hora de diferencia entre un evento y otro, el Herbalife Gran Canaria conseguía su primera victoria a domicilio en la Euroliga en Estambul, en el feudo del Darussafaka.
¿En serio es una buena idea que el mismo baloncesto sea la competencia más feroz que pueda tener nuestro deporte? Siendo más concreto, los dirigentes del mismo son la peor enfermad que pudiera tener, intentar hacer dos versiones del mismo, poniéndose zancadillas entre unos y otros, tomándolos como el enemigo, como si al baloncesto del resto del mundo, la NBA no le resultara suficiente rival. Aparte de lo triste que es tener a la misma hora un partido de selección y otro de competición europea de uno de los equipos del país, la imagen del Volkswagen Arena de Estambul era para deprimir. Menos de dos mil espectadores como asistencia en lo que se publicita como lo mejor al margen de la NBA, que además veía como «El Mundo Deportivo» publicaba el pasado día 1 que se falseaba la asistencia a la cancha del equipo canario, aumentando sustancialmente por parte de la Euroliga los asistentes al Gran Canaria Arena, desmentido que no tardó la organización de Jordi Bertomeu en enviar al rotativo catalán para su publicación. Confieso que ese caso me trajo a la memoria la época pretérita en la que se adecuaban cifras y hechos para que resultaran favorables a los que tenían el poder. Recordé como en la Rumanía anterior a la caída del muro, ante la necesidad de una temperatura mínima en el termómetro para que se activara la calefacción de los centros de trabajo, cuando llegó la crisis, el resultado era que en la tierra de Drácula, pensarían que casi eran canarios.
Lo del tema de Jordi Bertomeu me resulta curioso, en un momento en que las organizaciones de nuestro deporte han vivido cambios sustanciales que han llegado también a las cabezas visibles, como ocurrió en la NBA con el relevo de David Stern por Adam Silver. El cambio en la Euroliga ha sido profundo, pero lo primero que hizo en su momento el abogado barcelonés fue asegurarse su permanencia (¿o perpetuidad?) en la organización. Coincidiendo con una dirección unipersonal y una publicidad conveniente, si la Euroliga tiene su CEO (esnobismo al canto, claro) en la figura de Jordi Bertomeu, en Rumanía estaba Nicolae Ceacescu como «Conducator», palabra que significaba líder o conductor. Al igual que pasaba en su día en Alemania, Italia o España, los rumanos tenían su Führer, su Duce o su Caudillo que lo primero que hacía antes de «salvar a la patria» era asegurarse su perpetuidad. Eso sí, todos de infausto recuerdo. En serio, el problema FIBA-Euroliga me parece lo más peligroso que atañe a nuestro deporte, con un cainismo convertido en su razón de ser, con la Euroliga sin ceder jugadores a las selecciones, pero con excepciones, porque Turquía tuvo el jueves seis jugadores que forman parte de equipos de Euroliga, añadiendo el domingo a Scottie Wilbekin, no habiendo problemas en que gente como Dogus Balbay fuera capital en tres partidos entre jueves y domingo. Con un hipotético control financiero, pero permitiendo a según qué equipos no tener patrocinador, regalando licencias y llorando en la intimidad al no contar con equipos en Londres o París. Obligando a un mínimo de aforo en los pabellones, pero permitiendo el Palau como cancha para que juegue el FC Barcelona, cosa que en su día no ocurrió con Siena, Cantú o Marousi.
Por parte de la FIBA, ante el argumento de la petición de ver a los mejores en más partidos, queda todo en una mentira mayor que los sueldos de que disfrutan los dirigentes, cuando en una ventana de éstas, los turcos tengan a alguno de sus cuatro jugadores NBA, o España a uno sólo de los nueve, empezaré a creer en los milagros. Mientras tanto, sólo queda agradecer a todos los que han estado clasificando a España para el próximo Mundial lo que han hecho. El problema está ahora en gestionar esa situación factible que daría el sitio en la cita definitiva a los que no han participado en esa tarea, privando del premio a los que lo han logrado. Al final, no consigo ver vencedores en toda esta guerra, sólo van quedando víctimas a un lado y otro del campo de batalla. Y, en medio, el baloncesto más debilitado sin tener que recurrir a enemigos externos. Una pena.
Bertomeu, el Conducator.
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Dic